La redacción con perspectiva LGBTIQ+

“A pesar de la violencia política, Brasil rompe récords de candidatos trans”. Open Democracy, 13 de noviembre.

“El reporte del Vaticano sobre McCarrik fuerza el debate sobre el poder y el abuso”. AP, 12 de noviembre

“Estados Unidos elige al primer senador estatal trans y el primer congresista negro y gay”. The Guardian, 4 de noviembre.

“Puebla aprueba el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo”.      El Universal, 3 de noviembre.

Los encabezados no solamente nos hacen pensar que en distintas partes de nuestra América se están abriendo espacios para la comunidad LGBTIQ+, sino que también los medios se han puesto al día para reflejar estas transformaciones.

Se trata de un cambio cultural de primera línea, un alentador síntoma de que los temas LGBTIQ+ son parte ya de la discusión pública sobre los derechos humanos.

Estos cambios responden a las nuevas concepciones sobre la sexualidad que campean en distintos ámbitos. Una manera de verlos es echar un ojo a las teorías de Michel Focault sobre la biopolítica. Según el filósofo francés, nuestra sexualidad, nuestro cuerpo están atravesados por una compleja red de relaciones de poder que se traducen en mecanismos administrativos para sancionar, educar y segregar a los individuos.

Nuestra persona más íntima es el resultado de la biopolítica; es decir, la manera en que esta compleja red de poder se vive en nuestro cuerpo, nos define y limita.

Si uno pregunta qué es ser lesbiana, gay o trans en su comunidad, obtendrá respuestas que siempre están relacionadas con los prejuicios y estigmas de una sociedad que nos define y califica. ¿Quién discrimina? Todos y nadie. La discriminación es una gigantesca construcción cultural.

Pero donde hay poder, hay resistencia, y en esta relación es donde se debe de jugar la cobertura de temas LGBTIQ+.

Hacia una cultura de la igualdad

El periodismo debe ser agente activo para ayudar a establecer una cultura de la igualdad, que identifique a las personas quebradas por la discriminación y las alternativas para la ampliación de sus derechos.

Una cobertura con perspectiva LGBTIQ+ debe encontrar los factores sociales que promueven la desigualdad y la exclusión, y exponer cómo se viven en cada comunidad y persona. También debe señalar dónde están los puntos de resistencia, los grupos y las organizaciones que presentan una visión alternativa al poder. Debe encontrar desde dónde se formulan las narrativas de la discriminación, que generalmente están en la Iglesia, el Estado, la familia; y debe iluminar las narrativas contrarias, las de la comunidad LGBTIQ+ y exponer cómo contribuyen a enriquecer la narrativa general.

Cuando a principios de los 2010 estaba escribiendo mi libro Tengo que morir todas las noches, una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay (Debate, 2014), me di cuenta de la necesidad de poner, como lo señala Carlos Monsiváis, lo marginal en el centro: de contar la historia acerca de cómo un pequeño bar gay había contribuido a la democratización del país, al reconocimiento de lo diferente, y de contar la revuelta cultural y sexual en marcha.

¿Para qué? Porque estaba convencido de que esta narrativa nos iba a ayudar a pensar una sociedad más incluyente, más plural, y que iba a contribuir a resignificar las prácticas de la comunidad LGBTIQ+ como legítimas y justas.

Los medios pueden hacer la diferencia

En la práctica, los medios pueden simplemente reproducir los prejuicios dominantes o ser un factor de cambio.

Necesitamos pautas para que los equipos periodísticos se adecuen a esta necesidad de promover el pluralismo y la igualdad. Las redacciones deben de actualizar y adaptar sus acuerdos a tono con los cambios culturales, que significan la llegada de una perspectiva LGBTIQ+.

Y los lectores tienen el derecho de saber cuáles son esas pautas. Aquí propongo 10 acuerdos para una cobertura más incluyente:

  1. Retratar la diversidad de resistencias que abandera la comunidad LGBTIQ+.
  2. Diversificar las fuentes expertas. Expandir las visiones.
  3. Mostrar gente de la comunidad LGBTIQ+ en posiciones similares a sus contrapartes, equiparando autoridad, presencia, e influencia.
  4. Evitar los estereotipos discriminatorios.
  5. Romper con la victimización de las personas LGBTIQ+ contando otras historias que no sean de odio y crimen.
  6. Fomentar modelos de belleza diferentes.
  7. Eliminar las expresiones denigrantes.
  8. Visibilizar y dar importancia a las historias protagonizadas por personas LGBTIQ+.
  9. Ampliar la perspectiva sobre el quehacer de la comunidad, más allá de lo sexual.
  10. Tratar de contestar a la pregunta de cómo las historias LGBTIQ+ son parte de la narrativa del resto de la sociedad.

Esta es una manera de contribuir, desde el periodismo, al relato general de una revolución en marcha.  

 

Guillermo Osorno 

Escritor y periodista. Fue fundador de la editorial Mapas y editor de las revistas Travesías, dF y Gatopardo. Es autor del libro Tengo que morir todas las noches, una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay (Debate, 2014). Actualmente conduce el programa de entrevistas Por si las moscas, en la televisión pública de México, y es colaborador de The New York Times y las revistas Este País y Gatopardo. Dirige El futuro es nuestro, un nuevo medio LGBTIQ+.