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Blanca mató a su esposo tras 12 años de ser maltratada
La mujer de 60 años de edad será juzgado por homicidio agravado donde podría ser condenada a 30 años de cárcel.
El sábado 13 de enero de 2018, Omar tomó cervezas desde las 11 y media de la mañana en la tienda de la esquina. Bebió como de costumbre, a emborracharse. Su esposa, Blanca, lo acompañó un rato durante la tarde y luego se regresó a casa. Como siempre, la mujer tomó menos y Omar se quedó bebiendo.
En la casa de la pareja, situada en uno de los pasajes de la colonia Nuevo Belén, en el casco urbano de San Miguel, la tarde de ese día sería como muchas, discusiones, voces alteradas, golpes y los gritos de auxilio de Blanca que rompían la paz entre las contiguas casas donde habitó la pareja durante varios años.
A las 5:30 de la tarde Omar regresó como de costumbre de la tienda, furioso y amenazante. Echó doble llave a la puerta y luego amenazó a Blanca en matarla sino lo complacía con sexo, al tiempo que ella preparaba la cena para su marido. Picaba verduras y preparaba otros ingredientes.
Omar entró al único dormitorio de la casa y se desnudó. Después de varios minutos, salió hacia la cocina y agredió verbalmente a Blanca. Inició el forcejeo. La tiró al suelo, pero ella logró levantarse y tras varios segundos de pelea, ocurrió lo inesperado.
Blanca Ermida Cruz Benítez mató a Félix Omar Castañeda, de 46 años de edad, un exmilitar con vasta experiencia en defensa personal y con un peso de 250 libras. Omar quedó desnudo en el patio de la casa con dos cuchilladas en el estómago y el pecho. En segundos, Blanca se salió de su casa y fue ella misma quién le habló a la Policía tras explicarles a los vecinos lo que había ocurrido.
La mujer confesó a los agentes la tragedia y una semana después, lo hizo ante un juez de paz alegando que se defendió de las supuestas agresiones físicas y sexuales que le hizo su pareja aquella tarde de sábado y que había vivido durante 12 años.
Pero su argumento no le valió a Blanca ante la justicia y desde entonces, se encuentra presa en el penal de Cárcel de Mujeres en Ilopango mientras espera el juicio en su contra por el delito de homicidio agravado. Blanca cumplió el pasado 14 de octubre sus 60 años de edad encerrada en la dura prisión.
Un proceso judicial de 20 meses con pocas pruebas y una sola verdad
A Blanca la defiende el abogado Adrián Sosa, un experimentado jurista con un largo recorrido en el área penal. Su experiencia como exfiscal, lo hacen afirmar que su cliente actuó en todo momento en una legítima defensa, aunque reconoce la gravedad del delito de homicidio agravado, pero explica que el ilícito tiene salidas alternas a la cárcel dependiendo de las circunstancias en que se cometió.
Para Sosa hay mucha evidencia de descargo (a favor de la imputada) que demuestra que Blanca no tuvo otra salida que defenderse de la violencia que sufrió ese día y que había aguantado durante once años.
Una evaluación de un médico del Instituto de Medicina Legal realizado después de la captura de Blanca, establece que “tenía lesiones en los antebrazos y tórax”, los cuales fueron provocados durante el forcejeo con su pareja, lo que evidencia para el abogado, “que hubo una discusión, provocación y agresión previa al homicidio contra su cliente”.
Sosa detalla que su cliente nunca huyó del lugar, sino que ella misma fue quién llamó a la policía y esperó a los agentes sentada en unas gradas frente a la casa y luego relató lo que había ocurrido.
“A mi criterio desde la audiencia inicial se conoció que hubo una legítima defensa, hubo una situación razonable de defenderse de parte de mi cliente. Estaba en desventaja ante su agresor, un exmilitar y diez años menor que mi cliente”, subraya Sosa.
El profesional razona que no hay otra hipótesis del caso que diga lo contrario a lo relatado por su cliente y los documentos de ley que son anexados en los procesos judiciales. Sin embargo, le parece que el sistema judicial ha demorado demasiado tiempo en realizar el juicio.
Un sufrimiento de 12 años que nadie denunció
Sosa relata que su cliente durante los once años nunca puso una denuncia de violencia intrafamiliar contra su esposo en una delegación policial o una sede fiscal, algo que ahora juega en su contra porque no hay nada escrito que afirme esa supuestas agresiones que sufrió.
Sin embargo, para el abogado, una entrevista sicológica que se le realizó a su cliente de parte de Medicina Legal, establece que Blanca Ermida sufre de “afectación sicológica de tipo moderado, estresada en ansiedad, de sentimiento de inferioridad desde mucho tiempo”, algo que padecen muchas víctimas de violencia doméstica, según la evaluación.
“Esa evaluación confirma que mi cliente sufría violencia económica, sexual, física y de otro tipo. Hay testigos que comprueban que la señora sufría violencia intrafamiliar”, explica el abogado.
Blanca a veces tenía que huir saltando un muro de láminas por la parte trasera de la casa para dormir a la intemperie o donde algunas vecinas que se apiadaban de ella, pero que nadie se atrevía a denunciar porque ya todos conocían su aterradora historia.
Blanca no ha cambiado su verdad y según consta en su declaración judicial “quería a su marido y nunca sintió odio a pesar de todos los años de golpes y abusos que sufrió”.
Omar y Blanca se conocieron cuando ella vivía en el municipio de Soyapango y se ganaba la vida con un negocio de comida, lácteos y cervezas que le había servido de soporte económico por muchos años para criar a sus tres hijos.
El negocio de Blanca era el punto de reunión para esos fines de semana de amistad y diversión donde la pareja terminó en una relación hasta vivir juntos.
Según la declaración de Blanca, la historia de violencia comenzó cuando apenas tenían 10 meses de vivir juntos. Fue grave. Estaba embarazada cuando Omar comenzó a agredirla verbal y físicamente, hasta el punto de provocarle la pérdida de un bebé.
“Esos meses se convirtieron en años y Blanca tuvo que cerrar su negocio, una actividad económica que le daba independencia, pero a él no le gustaba que ella trabajara para que no se relacionara con otros hombres ya que era celoso”, reafirma la imputada en su testimonio.
Familiares cercanos a Blanca, recuerdan que varias veces le preguntaban por los moretones que le observaban en su cuerpo, pero ella decía “que se había caído o se había golpeado con algún objeto”, pero todos presumían que solo lo hacía para proteger a su marido.
A los dos años de estar juntos, ella intentó dejarlo y se mudó a vivir con una hermana en el municipio de Santa Rosa de Lima, en el oriente del país.
Esto fue un respiro para la familia, pensaron que ella se había librado del círculo de violencia, pero no duró mucho. Omar la buscó y le rogó hasta convencerla para quedarse a vivir con ella, afirman los parientes.
A pesar que la vivienda de Santa Rosa de Lima la compartían con familiares de Blanca, los constantes abusos físicos de Omar hacia su pareja siguieron y aunque la familia trató de ayudarlos sus esfuerzos fueron en vano, ellos se mudaron a San Miguel para vivir solos y de esta manera evitar que terceras personas intervinieran en los problemas que tenían.
La tragedia en la que terminó la relación de Blanca y Omar ha causado dolor a ambas familias, las cuales, cada una por su lado, esperan que se haga justicia.
Un hijo que sufre la ausencia de su madre y pide justicia
José Ovidio Cienfuegos, de 38 años, el segundo hijo de Blanca Ermida, narra el sufrimiento que le ha causado esta situación a sus hermanos y a los nietos de Blanca. Mientras descansa en una hamaca en su vivienda, a unos diez kilómetros de donde vivía su madre, en el municipio de San Miguel, habla lo duro que ha sido enfrentar la situación.
“Es una situación difícil, desde que pasó eso no ha habido ni un solo día que no dejemos de pensar si mi mamá está bien”, dice con la voz entrecortada.
Hacía mucho tiempo que Ovidio había decidido no visitar a su mamá, comenta que no toleraba ver el maltrato que recibía su madre de parte de Omar, y había optado por no meterse en la situación.
“Yo siempre le dije a mi mamá que se apartara que lo dejara, que le dejara todo si era posible, que se fuera donde ella pudiera estar tranquila”, agrega.
Ovidio describe a su madre como una mujer amorosa y de buen corazón que no dudaba a compartir un plato de comida con alguien que lo necesitara. “Fiscalía tiene a mi madre como una criminal pero yo la veo como una mujer de 60 años”, razona.
Ovidio aún no puede creer que las cosas terminarán de esa forma “hubo un tiempo en que mi mamá quería a don Omar, pero nunca pensé que la situación terminara así, esperaba que mi mamá se apartara de él”, dice.
Un silencio que niega un perdón por la muerte de un hijo
Pero la tragedia entre la pareja también dañó a la familia de Omar. En una casa sin lujos al final de una calle polvorienta en la zona rural del municipio de Soyapango, aún lo lloran.
Alfonso Castaneda, padre de Omar, recuerda la última visita y posterior llamada que le realizó su hijo cuando regresaba a San Miguel.
“Estuvimos platicando y después de varias horas que se fue le pregunté sí había llegado a casa y me dijo que aún no, porque estaba descansando la moto por lo largo del viaje en un pueblo. Nunca creí que esa iba ser su despedida”, relata el doliente entre sollozos.
Don Alfonso crió a su hijo con lo que ganaba en la construcción, confiesa que asistió por mucho tiempo a una iglesia donde se bautizó. Sabía mucho de la Biblia, pero tenía su carácter militar.
La noticia que Blanca había matado a su hijo la recibió la madrugada del 14 de enero pero por su edad y las circunstancias solo sus hijas, las hermanas de Omar, viajaron hasta San Miguel para recibir los restos de su hijo, los cuales fueron sepultados en un cementerio cercano de donde vive su familia.
Don Alfonso cree que no sirve de nada ya hablar con Blanca, sus sentimientos no lo dejan ceder a un perdón, pero dice que sólo ella sabe la verdad.
Aunque le cuesta creer que su hijo haya sido todo lo que ella relata ante los jueces, Alfonso espera que se haga justicia por la muerte de su primogénito.
ESTE TRABAJO FUE REALIZADO CON EL APOYO DE LA INTERNATIONAL WOMEN´S MEDIA FOUNDATION, IWMF.