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Brecha digital: el tropiezo para la educación en El Salvador
A petición de las fuentes sus nombres han sido cambiados por su seguridad
En Pushtan, Nahuizalco, departamento de Sonsonate, viven tres hermanos: Diego, quien estudia segundo año de bachillerato; Carlos, que va a primer año en la universidad y Hugo, el hermano menor, que estudia tercer grado. Recibir las clases en modalidad virtual ha sido toda una odisea. Los árboles dejaron de ser parte del paisaje que veían camino a sus centros de estudios y se convirtieron en una especie de antena receptora de señal para sus teléfonos.
Su rutina iniciaba subiéndose a un árbol para descubrir en cuál había buena señal, una vez identificado, en lo más alto colocaban una silla para “estar más cómodos”, recibiendo sus clases virtuales o enviando las guías de trabajo.
La señal de internet no siempre era constante en un mismo árbol. Si corrían con suerte encontraban otro en un terreno cercano, si no, debían caminar unos cuantos kilómetros en dirección al río Sensunapán, lugar donde en una ocasión les robaron uno de sus celulares. A pesar de esa experiencia continuaron cada día con la misma rutina para cumplir con sus obligaciones académicas.
Ana, la madre de los tres jóvenes, comentó que subirse a los árboles representa un riesgo que se agudiza en los días de lluvia cuando la conexión es nula. El peligro es mayor si deciden salir a buscar señal cubriéndose bajo un paraguas. “Es un riesgo, pero las ganas de estudiar es lo que nos empuja para lograrlo”, dijo Ana.
Más del 90% de hogares de la zona rural no tienen conexión a internet
La rutina de los tres hermanos surgió tras el inesperado cierre de los centros educativos a causa de la pandemia provocada por la covid-19. Al igual que Diego, Carlos y Hugo, el cambio en el aprendizaje afectó a un millón 449 mil 421 estudiantes salvadoreños, de parvularia hasta bachillerato, que pasaron a estudiar de las aulas a sus casas desde marzo de 2020, cuando por medio de un Decreto Ejecutivo se instauró una cuarentena total. Este escenario mostró una desigualdad más grande en El Salvador: la brecha digital, pues los recursos tecnológicos se volvieron parte vital del aprendizaje en un país donde el acceso a internet no es igual para todos.
Diego, Carlos y Hugo son parte de las estadísticas que indican que para 2020 en el 55% de hogares del país no había penetrado el internet, según indica el estudio de la Universidad Francisco Gavidia “Educación y Covid19. Estudio de factores asociados al rendimiento académico online en tiempos de pandemia”. Aún con esa limitante de conexión a internet, el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) implementó la educación virtual junto a otras estrategias como la entrega de guías de cada asignatura para los estudiantes. Estas fueron entregadas vía WhatsApp y de manera impresa a estudiantes que residían en zonas de difícil acceso.
Otro ejemplo de la brecha digital que afecta más a las zonas rurales es el de Ernesto, un joven de 13 años de una zona rural de Jiquilisco, Usulután, quien sí tiene acceso a internet y a señal telefónica, pero no posee una computadora que le permita buscar información para sus clases y sus tareas. “El celular que tengo no es bueno, se traba por todo, me sirve, pero es lento”, dijo.
Casi 400 días sin regresar a la escuela
En principio, siguiendo la orden del Decreto Ejecutivo, el MINEDUCYT estableció en la circular número 7, la suspensión de todas las actividades educativas del sector público y privado por un período de 21 días, contados a partir del 11 de marzo de 2020. Sin embargo, el cierre fue prorrogado por 391 días hasta el 6 de abril de 2021, cuando comenzaron a abrir los centros educativos en modalidad semipresencial.
Por casi 400 días los estudiantes enfrentaron un enorme desafío en la enseñanza virtual. Para los estudiantes de la zona rural la pandemia sólo evidenció un problema que ya venían arrastrando y que se agudizó con la suspensión de las clases presenciales.
En algunos lugares de la zona alta de Chalatenango ni siquiera es una opción subirse a los árboles para encontrar señal adecuada de internet, pues la única señal que se encuentra, por zonas y por tiempo limitado, es de telefonía móvil, así lo dijo una madre de tres hijos que habita en Chalatenango. Dos de ellos lograron terminar sus estudios en 2020 por medio de las guías que proporcionó el Ministerio de Educación. Pero fue la maestra quien llegaba a las casas para entregar el documento y recoger lo que antes ya habían trabajado. Asimismo, les daba una breve explicación sobre el contenido, sin embargo, los estudiantes se quejaban de no comprender algunas guías. Tampoco tenían el apoyo de sus padres, ya que muchos no saben leer ni escribir.
“La departamental de educación sabía de las limitaciones de la zona (…) No había red móvil, por lo que no se podía trabajar con los lineamientos vía virtual que había dado el Ministerio”, dijo una maestra de una zona rural de Chalatenango.
El Ministerio de Educación daba lineamientos que los maestros trataban de seguir, pero cuando llegaban a las comunidades se enfrentaban a una realidad distinta. En esa zona de Chalatenango la conexión móvil es baja. Cuando alguien de la comunidad quiere hacer una llamada debe desplazarse hasta las zonas donde pega la señal. Envían o reciben los mensajes hasta que bajan a otras comunidades. Con esa realidad tuvieron que lidiar.
El aprendizaje disminuyó con la educación virtual
Según los lineamientos, cada estudiante debía resolver por lo menos cuatro guías por asignatura en cada trimestre para obtener la nota mínima. Eso significaba que cada alumno debía responder 72 guías en los tres trimestres. Aunque el Ministerio les indicó a los maestros que habría refuerzo escolar hasta marzo de 2021, esto no se cumplió al menos en algunos centros escolares de Chalatenango.
“De repente dijeron que debíamos ingresar notas (…) Si los niños aprendieron o no, debían ir al grado inmediato”, dijo la maestra, quien está convencida de que la educación virtual generó deficiencia en el aprendizaje.
Según la CEPAL, la educación en línea y la suspensión escolar ante la situación del COVID- 19 resultan inviables para un 46% de los niños y niñas entre 5 y 12 años de la región de Latinoamérica que viven en hogares sin conectividad a Internet. Entre ese porcentaje hay niños y niñas salvadoreñas para quienes la educación en línea no fue accesible y no lograron cumplir la meta que puso el Ministerio de Educación.
No solo las zonas alejadas de la capital han sufrido rezagos en la educación. En San Salvador la historia se repitió. Un maestro de un centro escolar de Santo Tomás en San Salvador, comentó que los alumnos le expresaron que la carga era muy pesada. Entre las dificultades estaba el escaso conocimiento tecnológico, ya que muchos estudiantes viven con sus abuelos y personas mayores que no saben de tecnología.
“La pandemia nos agarró desprevenidos, no estábamos preparados”, expresó el maestro. No había un plan de emergencia ni de parte del Ministerio de Educación ni del centro escolar, agregó el profesor con más de 18 años de experiencia en la docencia.
Ante la falta de lineamientos, al inicio cada maestro tuvo que improvisar estrategias educativas. En su caso creó un canal de YouTube para compartir las clases de matemática y ciencias que grababa en la madrugada para evitar la interferencia.
Aún así, las estrategias implementadas no fueron suficientes para garantizar el aprendizaje. Hubo estudiantes que no lograron terminar el número de guías mínimas que pedía el Ministerio. Para el maestro de Santo Tomás, sus alumnos aprendieron poco porque no tenían las condiciones adecuadas para hacerlo.
Estudiantes, sin datos móviles para recibir clases
En las comunidades pobres, lo más escaso es el dinero y la pandemia afectó la economía familiar. Estudiar de manera virtual implicaba no sólo un esfuerzo tecnológico, sino económico. Esa fue otra de las dificultades que enfrentaron y continúan enfrentando algunos estudiantes.
La única herramienta que tenían ante la falta de una computadora y de internet residencial era un teléfono móvil, al que le debían recargar datos para poder recibir las clases virtuales y enviar tareas. Esa realidad la vivieron de cerca los alumnos del Instituto Nacional de Arcatao, uno de los municipios más pobres de Chalatenango, dijo uno de sus maestros. Muchos le expresaban que no podían comprar recarga de datos móviles y se les hacía difícil el aprendizaje.
Los alumnos debían comprar las copias de las guías de cada materia, lo que significaba para muchos estudiantes un dólar por semana, dice una maestra de otra zona de Chalatenango. A ese costo se sumaba la compra de saldo para teléfono que en una sola sesión virtual podría terminarse.
Para Óscar Picardo, investigador en temas de educación, esta realidad supuso que la educación dejó de ser pública y gratuita, “porque pasamos a depender de servicios de conectividad privada y se necesita un equipo costoso. Haciendo números generales, esto demandaba mil dólares anuales entre computadora, Tablet o celular, más pago de internet mensual. Creo que es un tema demasiado importante que debe abordarse de forma integral”, señaló.
Además, mencionó que antes de la pandemia los datos mostraban una brecha digital a nivel de centros educativos, lo que lleva pensar en una brecha digital aún peor a nivel individual. Según el investigador deben tomarse en cuenta otros factores como la geografía de algunos lugares que no permite una adecuada conectividad. Picardo dijo que si bien es cierto el MINEDUCYT generó una respuesta en el marco de la exigencia de la pandemia con la entrega de computadoras, esto también genera brechas entre los estudiantes que tienen acceso a internet y los que no.
El maestro del centro escolar de Santo Tomás agregó que faltaron estrategias de parte del Gobierno que facilitara el acceso a recargas para un celular. De esa manera pudo haberse aminorado el peso económico de los alumnos y sus familias, que implicó la educación virtual.
Soluciones a medias para resolver brecha digital
¿Qué hace el Ministerio de Educación para resolver las deficiencias de la conectividad a internet de los estudiantes? En enero de 2021 el Gobierno anunció la entrega de 1.2 millones de computadoras a estudiantes del sector público. La medida pretende “acercar los recursos tecnológicos a la comunidad educativa, sobre todo, en las zonas más vulnerables del país”, cita una nota del 8 de enero de la Presidencia de la República.
La entrega de computadoras y paquetes de internet a los estudiantes empezó en los primeros meses 2021. Según el Gobierno, hasta abril se habían entregado más de 700 mil paquetes. Sin embargo, se desconoce la cantidad de computadoras y paquetes de internet entregados en las zonas rurales del país.
En El Salvador menos del 10% de hogares rurales tienen acceso a Internet y en los hogares urbanos el acceso no llega al 30%, indica el estudio “Conectividad rural en América Latina y el Caribe. Un puente al desarrollo sostenible en tiempos de pandemia”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) confirma estos datos al señalar que las diferencias en la conectividad entre la zona urbana y la rural son significativas y en varios países de Latinoamérica, entre ellos El Salvador, más del 90% de los hogares rurales no cuentan con conexión a Internet.
Según información del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) hasta 2018 solo el 34.53% de los centros escolares tenían servicio de Internet. Es decir, solo 1,521 centros escolares de 5,179 instituciones censadas a esa fecha. Este dato está recabado en el estudio Educación y Covid19. Estudio de factores asociados al rendimiento académico online en tiempos de pandemia (caso El Salvador).
Ante esta realidad, la medida de entregar computadoras, aunque lleva buena intención no es la más indicada para aquellas zonas donde no pega ni la señal telefónica, reflexionó la maestra de uno de los municipios de Chalatenango. Recordó que el gobierno anterior terminó entregando tablets después de haber ofrecido computadoras para todos. El programa “un niño, una niña, una computadora” no logró resolver el problema, ya que las tablets que aún permanecen en los centros educativos solo sirven para juegos interactivos, pero no tiene mayor utilidad para los estudiantes.
La percepción de la maestra de la zona rural es que el ofrecimiento actual de computadoras terminará igual que el programa anterior, es decir sin mayores beneficios. Aunque la computadora tuviera un chip con Internet, no sería útil en una zona donde no hay señal de telefonía móvil.
Por otra parte, la entrega de computadoras a los docentes inició en junio del 2020, luego de que los maestros finalizaron la capacitación de Google Classroom. La ministra de Educación, Carla de Varela, dijo que hasta mayo de este año 31,000 computadoras habían sido entregadas a docentes del sector público, lo que representa el 62% de los 50,000 que están registrados en el sistema de educación del país.
Según datos del Ministerio, solo en 2020, entregaron a los docentes 988 laptops ensambladas a un costo de 282 mil 321 dólares. Además, se entregaron, ese mismo año, 4 mil 953 laptops marca Lenovo a un monto de un millón 529 mil 981.70 dólares.
La meta es entregar 9 mil computadoras, a nivel nacional con una inversión de 2.7 millones de dólares. El monto total para compra de computadoras para docentes y estudiantes es de 450 millones de dólares.
Para el maestro de Santo Tomás, la computadora será útil dependiendo del conocimiento que se tenga sobre el uso del equipo. Reconoce que como maestros ni ellos están preparados en informática, mucho menos el alumno que se está formando.
Para el mes de mayo de 2021 en el centro educativo de Santo Tomás, los alumnos aún no recibían las computadoras prometidas por el Gobierno. “No hay fecha, no hay certeza de nada”, señala el profesor de primaria. Agrega que el problema es que, aunque reciban la computadora, no se les está dando el internet suficiente, eso le han comentado otros maestros de distintos centros educativos.
El profesor es de la idea de que la entrega del equipo es solo una parte de las medidas. El esfuerzo debe ir encaminado a una educación integral y coordinada, de lo contrario de poco servirá una computadora.
Por su parte, Óscar Picardo, mencionó que es un desafío enorme entregar computadoras y dar conectividad a todos. Para él esto es una foto borrosa de cómo está el sistema educativo, pues “sabemos que hubo dificultades por la pandemia y reconocemos que hubo un esfuerzo con el enfoque multimodal que hizo el Ministerio con televisión educativa, guías, capacitaciones, pero en realidad, desde las políticas públicas educativas hay un gran vacío”, expresó.
Picardo añadió que la realidad actual plantea un nuevo desafío que debe incluirse en el currículo nacional adaptado para la modalidad virtual, que cumpla con todos los requerimientos para que sea viable en su totalidad.
Ministerio de Educación: no es posible conocer la deserción escolar 2020
Una de las mayores problemáticas en el sistema educativo de El Salvador es la deserción escolar. Según el MINEDUCYT, en 2018 la tasa de deserción a nivel nacional fue de 4.6%. El 2.6% de desertores eran de la zona rural y el 2.1% de la zona urbana. La mayoría de desertores del sistema educativo son estudiantes de educación media y de educación de adultos, así lo dicen los datos oficiales recabados hasta 2018.
Se desconoce el rendimiento escolar 2020
No solo los datos sobre la deserción escolar 2019 y 2020 son un misterio, sino también el promedio de notas a nivel nacional del año 2020. El ministerio de Educación elaboró un informe sobre los resultados de la prueba AVANZO, prueba que sustituyó a la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES), pero no incluye el promedio de notas, tal y como se detallaba en todos los informes anuales de la PAES.
Los resultados de AVANZO incluyen datos sociodemográficos, cantidad de alumnos que realizaron la prueba y resultados del cuestionario vocacional que muestra sus aptitudes, pero no muestra el promedio de notas por asignatura, que permita hacer un análisis del aprendizaje durante la educación virtual. El Ministerio de Educación, por medio de un documento publicado en la página de transparencia, dio a conocer la reserva de la base de datos de los cuadernillos de la prueba por un período de siete años a partir del 25 de noviembre de 2020.
Sin embargo, aunque la reserva de la información es de los cuadernillos, el Ministerio de Educación negó la información sobre la base de datos general de los resultados de la prueba AVANZO solicitada por un colaborador del equipo de la Universidad Francisco Gavidia el 11 de enero de 2021. El oficial de información del MINEDUCYT resolvió no entregar la información, pese a que en la solicitud de información se pidió que omitieran datos personales como nombres, apellidos y el número de identificación del estudiante.
La reserva de la información estaba basada en el artículo 19 de la Ley de Acceso a la Información Pública que señala causas para reservar una información, entre ellas poner en riesgo la defensa nacional y la seguridad pública y que menoscabe las relaciones internacionales y la que ponga en peligro la vida de cualquier persona, entre otras causas. Pero la información solicitada sobre la prueba no se apega a ninguna de las causales, por lo que no puede ser reservada.
Pese a necesidades educativas MINED prohíbe apoyo directo a comunidades
Las necesidades de las comunidades rurales en términos educativos son muchas. El presupuesto que les da el Ministerio de Educación a los centros educativos rurales no es suficiente, dicen los maestros que trabajan en esas zonas. No solo la falta de conectividad a internet y la señal telefónica es un problema para los estudiantes y maestros, sino también la falta de otros recursos, dijo la maestra que da clases multinivel en una zona rural de Chalatenango.
Para solventar estos problemas recurrían a las donaciones de organizaciones no gubernamentales y de alcaldías. Sin embargo, ahora tiene la duda de si podrán seguir haciendo gestiones para conseguir recursos. La duda surgió luego de que se enteraran de un memorando que circuló en una departamental de educación en el que se les exige a los directores informar al Ministerio sobre toda donación u oferta de capacitación para que sea autorizada. Según la maestra, en la departamental de educación de Chalatenango les informaron sobre la medida, pero de manera extraoficial. De llegarse a concretar la medida, afectará sobre todo a las escuelas más pobres que recibían la ayuda, dijo con preocupación.
Por si fuera poco, los maestros también tienen prohibido informar sobre las necesidades que tienen los centros educativos. No pueden dar declaraciones sobre ese tema a los medios de comunicación, cita un memorando de fecha 16 de abril de 2021.
Falta de internet no es el único problema en zonas rurales
En una comunidad de Chalatenango el problema de conectividad y falta de equipos tecnológicos no es el único. Otra dificultad es que la escuela tiene hasta sexto grado y si los padres quieren que sus hijos continúen estudiando deben enviarlos a otra comunidad. Esto representa, según una madre de familia de la zona, separarlos de la protección familiar y exponerlos a otros peligros.
Además de esa situación, para quienes deciden enviarlos a otro municipio cercano representa un costo al que muchas familias de escasos recursos no pueden hacer frente. Mirna, presidenta de la ADESCO de una comunidad de Chalatenango ha intentado, junto a otros habitantes del lugar, convencer al Ministerio de Educación para que los niños y niñas sigan sus estudios de séptimo a bachillerato, pero no han recibido respuesta favorable a pesar de las dos cartas que han enviado.
El Ministerio ha brindado opciones, pero debido a la economía de las familias no son viables porque aumentan el costo de la educación. Estas opciones son educación a distancia o hacer un solo examen para obtener el título. Mirna señaló que ni el costo, ni la falta de conectividad, ni la distancia que hay de un municipio a otro hacen estas opciones viables. Ella debe desplazarse 15 kilómetros desde su comunidad a otra cercana. Para lograrlo, se transporta en bus siete kilómetros y el resto caminando en un terreno de difícil acceso.
Mirna terminó sus estudios de noveno grado gracias a una beca en la cual le otorgaban 23 dólares mensuales, pero su hijo no corre con la misma suerte. Le es difícil asumir el costo económico que representa enviarlo a estudiar a otro municipio. Además, teme que se exponga a peligros al viajar solo a una zona alejada de su hogar. En los últimos años, por lo menos 30 niños no han podido seguir estudiando en esa zona de Chalatenango. En 10 años, solo dos mujeres han logrado graduarse de la universidad, una de ellas, pese al sacrificio que hizo sigue sin empleo.
La pandemia por el covid-19 puso en la palestra pública la realidad de la educación salvadoreña y aumentó los desafíos de un sistema educativo que no había tomado en cuenta la brecha digital. Si bien es cierto se desconocen los datos actuales de deserción escolar, las cifras anteriores a 2019 dan cuenta, según el investigador Óscar Picardo que solo el 40% de estudiantes lograron graduarse de educación media, de ese número, 20 por ciento entraron a la universidad, pero solo el 10% terminó la educación superior.
El experto en educación dijo que los vacíos generados por la modalidad virtual durante la pandemia deben ser tratados de manera integral para evitar que dentro de cinco años la deserción aumente y la desigualdad sea aún mayor.