Reporting
De sectas secretas a protestas en la calle: la ultraderecha mexicana contra la mujer
EL PAÍS accede a decenas de documentos internos de El Yunque que explican la doctrina de la secta ultraconservadora. Grupos de influencia y de acción, infiltrados en partidos políticos y organizaciones civiles se unen en una estrategia para imponer una agenda contra el aborto, el matrimonio homosexual y la lucha por los derechos LGBT
“¿Embarazada? ¿Me siento atrapada y quisiera escapar de la realidad? Existe una solución, llámanos. Absoluta discreción”. La frase, impresa en calcomanías pegadas por las calles, sirvió hace más de dos décadas para que la ultraderecha mexicana operara a escondidas contra los derechos de las mujeres. Detrás de las pegatinas se escondían organizaciones civiles de corte ultraconservador que buscaban engañar a aquellas que quisiesen abortar. Cuando ellas llamaban buscando una ayuda para interrumpir su embarazo, ellos las acosaban hasta que desistían. Ahora ya no necesitan fingir. Hace años, estas organizaciones descubrieron que alzar la voz públicamente podía ser más redituable y salieron a la calle a reivindicar sus proclamas. Ese camino les llevó el año pasado a intentar sin éxito registrar por primera vez un candidato presidencial que les representara por fuera de los partidos tradicionales. Pese a que los números siguen siendo residuales para un país de 126 millones de habitantes, se han envalentonado y han comenzado a operar abiertamente en espacios políticos, con el fin de marcar su propia agenda: la prohibición del aborto, el matrimonio heterosexual y la lucha en contra de los derechos LGBT.
La discusión sobre si operar abiertamente o mantener un perfil bajo se inició en la ultraderecha hace varias décadas. El debate tensionó la relación de los fundadores del Frente Nacional por la Familia, la histórica organización de corte ultraconservador que milita contra el aborto y el matrimonio igualitario, según cuenta uno de ellos, que prefiere mantener su anonimato. Las diferencias se extendieron durante años sin llegar a una conclusión clara. En el último tiempo, sin embargo, han emergido agrupaciones en México a la sombra de las nuevas olas de derecha en la región, formadas principalmente por jóvenes engallados que militan las mismas ideas de hace décadas. Y ahora lo hacen con el altavoz en mano, sin temor y con la seguridad de que mientras más atención atraigan, más apoyo conseguirán.
El pasado:
los papeles de El Yunque
Una fracción de la ultraderecha en México se refugiaba hace unas cinco décadas en sectas secretas de las que estaba prohibido hablar en público, como El Yunque, fundado en Puebla en 1953. Sus miembros se juraban lealtad en extravagantes rituales y se autoflagelaban bajo la promesa de mantener el silencio. Usaban nombres falsos para no reconocerse fuera y los más fuertes se volvían “monjes guerreros de combate” que se enfrentaban en las calles con masones y miembros del Opus Dei, o se infiltraban en los Congresos para atacar a quienes eran considerados “enemigos”, como los gais, los socialistas o las organizaciones a favor del aborto, según contó un exmiembro de la secta a este periódico. En su mejor época, durante la presidencia de Vicente Fox, llegaron a ocupar puestos en el Gobierno federal y a abrir universidades.
Bajo las alas de El Yunque, sobrevolaban varias asociaciones civiles creadas por ellos mismos que utilizaban para operar en las sombras. EL PAÍS accedió a decenas de documentos internos de El Yunque que explican a detalle la doctrina de la secta secreta. En uno de esos papeles se detalla cómo debían operar por fuera de la orden, ya sea en grupos de influencia o de acción. Se infiltraban o bien creaban publicaciones periodísticas e instituciones. Y desde allí trabajaban a favor de “la causa”, como le llamaban a la imposición del “reino de Jesucristo en la tierra”. El objetivo, según uno de los documentos, era “colaborar en la ordenación de lo temporal de acuerdo a los principios Evangélicos mediante la realización de la vocación política”.
Ese mismo instructivo señala que, como parte de la estrategia nacional, habían creado cuatro organizaciones supuestamente civiles. Una era la histórica Provida, que recibía dinero del Gobierno de Fox y cuyo líder acabó preso acusado de peculado. Otras dos, la Coordinadora Ciudadana APN y el Movimiento Testimonio y Esperanza, actualmente están fuera de acción. La última, Acción Juvenil, permanece activa y ha apoyado abiertamente la campaña presidencial de Xóchitl Gálvez. Las cuatro eran un ejemplo de operaciones en contra de los derechos de la mujer.
Diego Gil —nombre ficticio que le pusieron en la secta— ingresó a El Yunque en 2002 y llegó a ser secretario de Interior: un cargo medio en la estructura interna. Manejaba información secreta, estaba a cargo de parte de la enseñanza que se dictaba y organizaba las ceremonias de iniciación. El ahora exmiembro relata en entrevista con EL PAÍS que él personalmente fue uno de los que pegó las calcomanías para engañar a las embarazadas. “Parecía una clínica abortiva. Llegaban las chicas y les decían: ‘Mira, esto no es una clínica abortiva, te vamos a mostrar tu bebé y vas a ver las alternativas que tienes”, relata.
Uno de los documentos a los que accedió este periódico, llamado Manual de jefatura, detalla lo que la doctrina ultraconservadora consideraba de este tema: “Los defensores del aborto han procurado cubrir su naturaleza criminal mediante terminología confusa o evasiva, ocultando el asesinato con jerga como ‘interrupción voluntaria del embarazo’ o bajo conceptos como ‘derecho a decidir’ o ‘derecho a la salud reproductiva”. En esa línea preparaban a los jefes de la orden secreta para enfrentar discusiones sociales y lograr convencer de que interrumpir el embarazo estaba mal, incluso cuando ponía en peligro la vida de la madre o era producto de una violación.
Para atacar los derechos de las mujeres, la doctrina les enseñaba que era “extremadamente raro” que quedaran embarazadas después de una violación por las tasas “extremadamente altas” de disfunciones sexuales que tenían los violadores. “Es obvio que el espantoso crimen de la violación es utilizado para sensibilizar al público en favor del aborto, al presentar al fruto inocente de una posible concepción brutal como un agresor”, reza el documento. “Es claro que la mujer ha sufrido una primera espantosa agresión, la de la violación. Presentar el aborto como una ‘solución’ es decir que un veneno hay que combatirlo aplicando otro”, agrega. Esta información ha sido desmentida por estudios científicos y organizaciones defensoras de derechos humanos que operan en México, uno de los países con la tasa más alta de menores embarazadas —todos casos considerados como violación porque las niñas y adolescentes no pueden dar consentimiento, según la ley—. Además, el aborto por violación es legal en todo el país.
El Yunque instruía a sus seguidores a combatir lo que ellos calificaban de “mentiras” sociales, como el derecho a decidir sobre el cuerpo propio o la idea de que legalizarlo reduce los abortos clandestinos. Los argumentos que enseñaban eran insólitos y estaban basados en ideas alejadas de la ciencia. Por ejemplo, ante la propuesta de que cada mujer pudiera decidir sobre su propio cuerpo, sostenían que si el feto que estaba en el vientre se desarrollaba eventualmente como una mujer, esa mujer no tenía derecho a decidir. O aseguraban que aquella que “violentaba la naturaleza” con un aborto, aumentaba “su potencialidad de violencia y contagiaba esta a la sociedad”. Aseguraban, sin ninguna prueba, que “en los países donde el aborto está legalizado, se incrementa la violencia de los padres sobre los niños, especialmente la de la madre sobre sus hijos aun cuando sean planificados”.
Mentiras sociales,
según El Yunque
“MENTIRA”
Es inhumano no legalizar el aborto terapéutico, que debería realizarse cuando el embarazo pone a la mujer en peligro de muerte o de un mal grave.
“MENTIRA”
Es brutal e inhumano permitir que una mujer tenga el hijo producto de una violación, por ello, para estos casos, debería legalizarse el aborto llamado “sentimental”.
“MENTIRA”
El aborto debe ser legal porque todo niño debe ser deseado.
“MENTIRA”
El aborto debe ser legal porque la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
“MENTIRA”
Con la legalización del aborto se terminarían los abortos clandestinos.
El presente:
la nueva ultraderecha
La nueva ultraderecha en México ha tomado el altavoz. Ahora se reúne públicamente e incluso aspira a hacer ruido para parecer más fuerte de lo que realmente es. En 2022, sus grupos se congregaron alrededor de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en la capital, donde invitaron a importantes referentes de la ultraderecha mundial. Al año siguiente, intentaron impulsar la campaña independiente a la Presidencia de Eduardo Verástegui, pero se quedaron fuera por falta de apoyos. En el camino se han colado en movilizaciones masivas en contra del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Los grupos de ultraderecha han tratado de ganar espacios en el escenario político agarrándose de los movimientos sociales actuales. “La ultraderecha se monta en temas de la oposición para mostrar una fuerza mayor a la que tienen”, asegura Reynaldo Ortega, investigador del Colegio de México. Por eso se les ha visto sumarse a manifestaciones como las marchas en defensa del Instituto Nacional Electoral, también llamadas Marea Rosa, o las protestas contra los nuevos libros escolares, que enseñan de feminismo y presentan varios tipos de familias, como las monoparentales. En esa línea, uno de los actores que más peleó contra los textos escolares del Ejecutivo de López Obrador fue el Frente Nacional por la Familia.
Los grupos de ultraderecha han tratado de ganar espacios en el escenario político agarrándose de los movimientos sociales actuales
Hablar en voz alta de “la defensa de la vida” les ha rendido algunos frutos. Pequeños ejércitos de jóvenes vestidos de celeste han salido a las calles a condenar el avance del aborto en México, después de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación lo despenalizara en septiembre de 2021. Uno de esos jóvenes es Jorge Luis Pimentel, estudiante de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y director de ProLife Army en Ciudad de México. Católico, antifeminista y antiaborto, Pimentel comenzó a militar en 2021. En entrevista con este periódico, el joven relata que esta organización nació “para abarcar la parte política que los provida no habían abarcado hasta entonces”. La idea era que “pudieran ocupar espacios” en el escenario político.
Gran parte del trabajo de ProLife Army ha sido acercarse a legisladores locales y federales con el fin de hacer lobby para evitar el avance de la marea verde en México. “El acercamiento va enfocado a tratar de colaborar con ellos para intentar frenar esas iniciativas o bien buscar derogarlas”, cuenta Pimentel. Los nuevos grupos de ultraderecha han blanqueado sus estrategias como nunca antes lo habían hecho. Una de las asociaciones que participó en la CPAC en México, Hazte Sentir —cuyo nombre evoca a la española Hazte Oír—, ha detallado en su página web cuáles son sus tareas de cara a la sociedad. Se han concentrado en tres proyectos: conquistar espacios y voces en los medios de comunicación; acercarse a “personas que influyen en la vida política” del país para impulsar “iniciativas que buscan el bien común”; e impartir talleres y seminarios para llegar a la gente.
El partido tradicional de derecha en México, Acción Nacional (PAN), no logró alojar muchas de las expresiones políticas que se encontraban a su derecha. El investigador Rodrigo Castro ha explicado, en un estudio publicado en noviembre por la Fundación Friedrich Ebert (FES) del Partido Socialdemócrata de Alemania, que “desde la perspectiva de la derecha radical, el PAN no canalizó decididamente su agenda programática en temas socioculturales”. Principalmente señala la oposición al aborto y la defensa del matrimonio tradicional. Esas corrientes ultras se alejaron del PAN, primero bajo la corriente del Frente Nacional por la Familia, y actualmente en células independientes.
Eso fue lo que le sucedió a Alice Galván. Antigua asesora de una senadora del PAN, Galván fue quien puso en contacto a la formación blanquiazul con el partido ultra español Vox. Aquella conexión abrió la puerta a la visita de Santiago Abascal al Congreso mexicano, donde se tomó una foto con líderes de la derecha mexicana, y a la adhesión de algunos bloques a la Carta de Madrid, un documento impulsado por una fundación asociada con Vox que busca alertar contra el “avance del comunismo”. La polémica que desató la imagen empujó al partido a rectificar y tomar distancia. Desilusionada, Galván acabó dejando la formación. Ahora dirige el think tank conservador Patria Unida, que creó después de tomar unos cursos en España con Vox. Desde su sitio web, la organización ha atacado los nuevos libros de texto escolares y ha defendido la familia constituida a partir del matrimonio “entre un hombre y una mujer”.
Cuando Galván le cerró la puerta al partido, le dijo a su jefa: “El PAN no se da cuenta de que le ha afectado alejarse de sus principios y están tratando de entrar a un campo en el que no los van a votar, porque hay otros ocho partidos políticos que siempre han defendido eso”. No es la única que cree en esto. Muchos actores de la ultraderecha mexicana le reclaman al histórico partido que haya decidido acudir a las urnas en junio con una candidata como Gálvez, que se ha posicionado como feminista y a favor del aborto. “En política los espacios no se dejan vacíos y el PAN lo dejó en la derecha, entonces hoy hay gente trabajando para ocupar ese espacio”, dice.
Ante todo,
la familia
Las asambleas de los ultraconservadores también se hacen a plena luz del día, en foros mundiales donde se congregan miles de personas. El lobby ultraconservadurista se reunió el primer fin de semana de marzo en Guadalajara a celebrar su valor máximo, la familia, en el Congreso Mundial de las Familias. Allí donde cada año se dan cita las mentes más brillantes del mundo de la literatura para participar en la Feria Internacional del Libro, por esos días se enseñaban con orgullo fetos de goma para impresionar a los visitantes. “Que nadie me diga que no es una vida”, advertía un promotor con “la banda de los fetines” en las manos.
Alrededor de unas 8.000 personas se pasearon ese fin de semana por los pasillos de la Expo Guadalajara, incluidos funcionarios de varios Gobiernos, como Aguascalientes y Jalisco; numerosos miembros de la Iglesia católica, sobre todo Legionarios de Cristo; y académicos enfocados en el rescate al matrimonio tradicional como una institución. Había incluso quien citaba a Agustín Laje, escritor de la ultraderecha argentina conocido por sus posturas homofóbicas y antiderechos. Todos los presentes compartían unos mismos objetivos: defenestrar la ideología de género y el feminismo, desacreditar los derechos de la comunidad LGBT, aplicar la moral religiosa al cuerpo de la mujer y combatir la educación sexual. “En vez de educar, se sexualiza a los niños”, lanzó uno de los ponentes generando la histeria del público.
Rodrigo Iván Cortés, presidente del Frente Nacional por la Familia y antiguo diputado por el PAN, dio una de las charlas más aplaudidas. Con un trágico diagnóstico de lo que atraviesa México en la manga, dijo que en el país se había establecido un escenario de lo políticamente correcto, “que en realidad es lo más antihumano y anticristiano” y que se había impuesto una “ideología de la confusión de género”. Lo que en otra época no se animaban a poner en palabras, fue ahora objeto de largos y tendidos discursos en los escenarios. “Está creciendo una cultura de la muerte que pretende normalizar el asesinato de los más vulnerables, con el aborto, que no es otra cosa que promover que las madres maten a sus hijos”, reclamó.
Entre los stands del Congreso se podía encontrar desde medios de comunicación, como TV Azteca, hasta editoriales dedicadas a producir libros para el sector. También estaban grupos antiabortistas reconocidos nacionalmente, como Vifac [Vida y Familia A.C.] o Salva una vida; o asociaciones dedicadas a influir política y socialmente en los temas favoritos de los conservadores, como Actívate, una plataforma para movilizar peticiones, o Saber Votar, una web para “tomar decisiones informadas” en las próximas elecciones.
La operación
en algunos rincones
Alejados de los reflectores que trae la política, algunos sitios del país siguen viviendo al calor de las campañas de desinformación de la ultraderecha y las operaciones de hostigamiento hacia las mujeres que quieren abortar, tal y como lo contó este periódico en 2021. La agrupación Marea Verde Altas Montañas, de Veracruz, ha podido documentar cómo funciona esa operación en Orizaba. Dos asociaciones que se escondían detrás de consignas feministas en redes sociales, llamadas Decídete Orizaba e ILE —el acrónimo que se usa para la interrupción legal del embarazo—, operaban en una casa en el centro de la ciudad. En un gesto similar al que aplica El Yunque desde hace décadas, les hacían creer a las mujeres que se acercaban a esas cuentas que les iban a ayudar a abortar, pero hacían lo contrario.
Dos activistas feministas —que prefieren mantener el anonimato por seguridad— lograron colarse en la vivienda, haciéndose pasar por jóvenes embarazadas que querían acabar con su embarazo. Agendaron una cita por Whatsapp y se presentaron en la propiedad, que a simple vista parece una casa normal, donde les esperaba una supuesta doctora. El episodio que ambas vivieron duró por lo menos una hora, en la que fueron sometidas a presiones para que no interrumpieran el embarazo. Incluso les mostraron videos con imágenes macabras de qué pasaría en caso de que lo hicieran. “Te empiezan a sacar tus datos personales, te hacen firmar una hojita con tus datos y ahí empieza toda la manipulación”, cuenta en entrevista una de las jóvenes.
“¿Sí sabes que te vas a desangrar?”. “Si abortas, tus padres se van a dar cuenta”. “Vas a cometer un asesinato”. Son algunas de las frases que las dos chicas recuerdan haber escuchado en la casa.
“¿Sí sabes que te vas a desangrar?”. “Si abortas, tus padres se van a dar cuenta”. “Vas a cometer un asesinato”. Son algunas de las frases que las dos chicas recuerdan haber escuchado en la casa. Palabras que suenan irreales en una entidad que despenalizó el aborto en julio de 2021. Cuando preguntaron cómo se llamaba la organización que operaba realmente tras las redes sociales que se promocionaban como feministas, les dijeron que era Vifac. Entre las ofertas que les hicieron para evitar que abortaran, estaba mudarse de Estado y dar en adopción al bebé después del parto. “Sales de ahí traumada, porque es algo muy sangriento y te ponen en una postura como que eres asesina, tonta, loca, egoísta”, relata la otra activista.
Los planes
a futuro
Los esfuerzos de la ultraderecha mexicana se organizan como satélites, cada quien con sus objetivos y sus proyectos. Ni siquiera se pusieron de acuerdo todos los grupos en acompañar la candidatura de Verástegui, algunos ultras optaron por filtrarse en el opositor Frente Amplio por México. Las segregaciones han sido uno de los mayores obstáculos. El sistema electoral ha sido otro. Para que una persona pueda presentarse como candidato independiente debe recabar firmas equivalentes al 1% de la ciudadanía con derecho a voto, lo que significa cerca de un millón, que estén repartidas equitativamente entre 17 Estados, un reto mayúsculo para alguien que no cuenta con la infraestructura de un partido. Con ese muro se ha chocado Verástegui, que solo consiguió una décima de lo que necesitaba.
Yo sí creo que hay posibilidad en un futuro, no cercano, definitivamente, dice Galván, pero en 2030 a lo mejor se podría hacer un esfuerzo grande por tener un partido político de derecha o por lo menos presionar al PAN a regresar hacia este lado
“Yo sí creo que hay posibilidad en un futuro, no cercano, definitivamente”, dice Galván, “pero en 2030 a lo mejor se podría hacer un esfuerzo grande por tener un partido político de derecha o por lo menos presionar al PAN a regresar hacia este lado”. Los ultras que se acomodaron en las campañas de la oposición han salido mejor parados. Históricos miembros de El Yunque se hicieron un lugar importante en la campaña del Frente Amplio por México en el Estado de Puebla. Allí acompañarán al candidato a gobernador, Eduardo Rivera, señalado por múltiples voces como un miembro de la secta ultraconservadora. Para la diputada local Mónica Silva, del Partido del Trabajo, El Yunque y la ultraderecha en esa entidad acabaron infiltrándose en todos los partidos políticos, y presionaron en el Congreso para frenar las iniciativas a favor del aborto. No alcanzó, por ejemplo, que la Cámara legislativa tuviera mayoría de mujeres y supuestamente de izquierda, dice.
“La ultraderecha ha permeado en Morena [Movimiento de Regeneración Nacional]”, asegura Silva, “y la agenda para las mujeres se volvió incómoda”. El Congreso de Puebla ha visto presentarse recientemente un proyecto de ley del no nacido y uno por el pin parental —la regulación de contenidos educativos por parte de padres—, ambos impulsados por el PAN. Pese al estancamiento del aborto en la Cámara legislativa local, el Gobierno de Sergio Salomón se vio forzado a abrir en diciembre siete clínicas que llevaran a cabo interrupciones de embarazos en acato de una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una medida que ha sacado ampollas al interior de esa Administración. En ese Ejecutivo hay miembros de la ultraderecha que fueron infiltrándose, comenta la activista feminista Socorro Quezada. “Toda el ala conservadora está en puestos clave”.