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El lago de la abuela – Conservación y colonialismo en Guatemala

September 22, 2021 | Arwa Aburawa | Al Jazeera

En el lago más profundo de Centroamérica, las comunidades indígenas luchan contra un proyecto de aguas residuales de 215 millones de dólares propuesto por ambientalistas.

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En algún momento de 1958, aunque nadie sabe con seguridad la fecha exacta, los peces cayeron del cielo al Lago Atitlán en Guatemala.

Lloviendo desde hidroaviones, el róbalo procedió a devorar los cangrejos, caracoles, peces y hasta las crías de pato locales. Eran parte de un plan de Pan Am, la línea aérea estadounidense, para fomentar mayor turismo al lago más profundo de Centro América, al poblarlo con una especie muy popular para la pesca deportiva.

El plan no funcionó. Lo que sí logró la especie de pez invasiva fue diezmar la biodiversidad local y eliminar unas 16 especies nativas de pez. El zampullín de Atitlán, un tipo de pato que se encontraba solamente en el lago, disminuyó de unos 200 en 1960 a menos de 100 en 1965.

De hecho, en 1964, la medioambientalista estadounidense Anne LaBastille, conocida internacionalmente como “la mujer de los bosques”, arribó a Guatemala en una misión para salvar al zampullín de Atitlán.

El pato moteado negro y marrón anidaba entre los juncos que cultivaban los pueblos indígenas locales, quienes, desde hacía más de 800 años, usaban los juncos para tejer petates. Pero LaBastille estaba convencida de que la recolección de juncos por parte de los agricultores indígenas perturbaba la anidación y reproducción de los patos. Así que, en 1968, intervino ante el gobierno central para introducir una ley que evitara la “recolección excesiva” de los juncos de tul endémicos del lago Atitlán.

La pesca y el turismo juegan un papel importante en la vida de quienes viven alrededor del lago Atitlán [Arwa Aburawa]

“El resultado de esta restricción,” escribe Juan Skinner, investigador y medioambientalista fundador de la Autoridad para el Manejo Sustentable del Lago Atitlán (AMSCLAE), “fue que la gente sembrara y mantuviera solo la mitad de sus parcelas originales, reduciendo la anidación a la mitad, en lugar de protegerla como estaba previsto.”

A mediados de la década de 1980, el zampullín de Atitlán, una especie exclusiva del lago se había extinguido.

El zampullín de Atitlán, Anne LaBastille y Pan Am hace mucho tiempo que no existen. Pero las comunidades indígenas que componen la población de más de 380,000 del área local –el 95 por ciento de la cual son mayas– permanecen. Permanece también su desconfianza hacia los forasteros, pues creen que estos no comprenden la complejidad del lago o su profunda conexión con el mismo.

Así que hace cinco años, cuando el entonces vicepresidente Jafeth Cabrera defendió públicamente un gran proyecto para limpiar el lago de la creciente contaminación, los lugareños estaban comprensiblemente recelosos.

‘Sin el lago no hay vida’

“Temo que un día, desde donde me encuentro, no podré ver nada más que un charco lodoso,” dice Paulina del Carmen Gonzáles Navichoc. “Estoy segura de que no llegará a eso, pero es mi mayor temor.”

Paulina, una exmaestra, habla gentilmente y sonríe a menudo. Nació y creció en San Pedro La Laguna, uno de los 13 pueblos a la orilla del lago.

Paulina del Carmen Gonzáles Navichoc – nacida y criada en San Pedro La Laguna [Arwa Aburawa]

 

Al caminar alrededor del mercado comprando pescado y verduras locales, Paulina saluda a casi todos y se detiene para una sostener una corta conversación. Paulina pertenece a una red de autoridades ancestrales indígenas llamada Ajpop Tinamit Oxlajuj Imox (El Concejo de Ancianos 13 Imox), cuya labor es proteger los intereses de la comunidad.

Parece que hay mucho que discutir. Intercambiando entre español y el idioma maya local, Tzu’tujil, ella les pregunta acerca de la próxima reunión comunitaria, antes de recordarles firmar una petición contra el proyecto propuesto para el lago. “Necesitamos estar unidos para salvar a nuestro lago,” dice, seria por un momento. Después, continúa escuchando las preocupaciones de sus vecinos antes de despedirse con una amplia sonrisa.

Para Paulina, una indígena maya Tzu’tujil, todo fluye desde el Lago Atitlán. Sus recuerdos, sus ancestros, sus valores, los alimentos que consume, la ropa que usa—todo. Su más temprano recuerdo de infancia es una imagen de serpientes que nadan en sus profundas aguas cristalinas. Sus abuelos cultivaban vegetales en la playa rocosa de Xetahual y ella recuerda que cosechaba enormes tomates a los que les crecían pequeñas bocas como las de los peces. Su abuela le enseñó a bailar las danzas tradicionales mayas en las anchas y despejadas costas arenosas y, cuando ella misma se convirtió en madre, Paulina llevó a su hija a la playa para enseñarle a caminar. Las undulantes olas blancas están representadas en los bordes festoneados de su huipil tradicional, mientras que la faja alrededor de su cintura está tejida con brillantes figuras de aves y peces que también viven del lago.

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Para Paulina, todo fluye del lago de Atitlán [Turab Shah]

 

“Mi relación con el lago es lógica”, explica. “Sin el lago, no hay vida”.

El Lago Abuela, como le llama, es también un lago sanador. La brutal guerra civil de Guatemala, que duró de 1960 a 1996, tuvo como resultado 200,000 muertos, la mayoría de estos indígenas mayas. Pero Paulina recuerda como, después de que 14 personas fueron masacradas en el lago en 1990, cuando el ejército de Guatemala disparó contra civiles, las mujeres se sumergieron en el lago para que las aguas lavaran sus problemas.

Y a su vez, cuando el brote de cianobacteria cubrió el lago en el 2009, alarmando a Paulina y otros, las mujeres de la comunidad vadearon lago adentro para sanar al lago con sus propias manos, usando canastos, telas o cubos para sacar las algas y detener la expansión de la contaminación.

Por un breve tiempo, después de que se reunieron para rezar por la salud del lago, su ancestro vivo, pareció que este se recuperaba. Pero brotes más pequeños de cianobacteria retornaban con creciente regularidad, ocupando más tiempo y espacio en los pensamientos de Paulina.

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Paulina y su hija [Turab Shah]

 

“Estoy agradecida a Dios que me ha dado mi lugar aquí”, dice. “Todos me conocen aquí y por eso es muy importante para mí ser parte de las organizaciones colectivas, para ayudar a proteger el bienestar de la gente de esta comunidad”. En el corazón de esta labor está proteger al lago pues, como explica Paulina, lo uno no puede florecer sin lo otro.

Cuando le pregunto cual piensa que es la mayor amenaza para el lago y la gente que vive junto a él, me dice que no es la cianobacteria, o las bolsas de plástico y desechos que han contaminado el lago en años recientes—es el “mega colector”.

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Aguas grises

Caminando por las bonitas calles de San Antonio Palopó, con sus casas de colores brillantes, pequeñas tiendas que trepan por las colinas y callejones con niños jugando, José Toriello, un joven seguro de sí mismo, con cabello hasta los hombros y pantalones anchos, se nota exasperado. Este es el pueblo que creció visitando cada verano para escapar de la capital, la ciudad de Guatemala, y para él, los cambios que ha visto son difíciles de aceptar.

Como muchos de los pueblos alrededor del lago, San Antonio está poblado en su mayoría por comunidades indígenas. Pero durante los veranos y el feriado de Semana Santa, muchos acomodados residentes de la capital, como José, descienden al pueblo. Su número es pequeño, pero han construido segundos hogares aquí y se sienten conectados al lago y a su futuro.

“He estado visitando este lago desde que era muy, muy pequeño”, dice. “Venía aquí con mi abuelo e íbamos a remar, y recuerdo estar remando de niño y decía “Abuelo, tengo sed” y él me decía ’bebe algo de agua, hay mucha’ y bebíamos agua del lago”.

Uno de los muchos pueblos costeros alrededor del lago Atitlán [Arwa Aburawa]

 

Pero esto cambió al crecer José. Comenzó a ver agua sucia fluyendo al lago desde las calles de San Antonio –empeoradas, cree él, por la creciente población del antes pequeño y somnoliento pueblo. José también recuerda ver mujeres indígenas lavar sus ropas en la playa y cree que esto contribuyó al brote de cianobacteria en el 2009.

En los callejones del pueblecito en donde la sencilla casa de su abuelo se convirtió en una propiedad de lujo a la orilla del lago, José señala pequeños riachuelos de aguas grises que provienen de las casas de la gente y descienden por las calles.

“Me enojaba mucho”, admite, mirando al agua sucia. “Ahora, es solamente parte de la realidad que necesitamos componer ¿Sabes?”

Y José, que dirige Amigos del Lago de Atitlán, una ONG privada formada por propietarios de casas veraniegas como él y financiada por empresas privadas, cree tener la solución.

Aguas grises procedentes de las casas de los habitantes y que se escurren por las calles [Turab Shah]

“Uno de los mayores problemas que tenemos en el Lago Atitlán son las aguas negras que fluyen directo al lago”, explica. “Ha estado sucediendo por años y años. Nuestra propuesta es conducir todas estas aguas negras a través de un sistema de tubería y recolectarlas en el sur. Eso es básicamente todo –es para prevenir que las aguas sucias lleguen al lago. Sin embargo, así fue como comenzó, pero pronto se convirtió en un proyecto mucho más grande, un proyecto que se ocupa del abastecimiento de agua fresca para la gente y luego, la recolección de sus aguas residuales”.

Y este es el proyecto que preocupa a Paulina –el proyecto conocido como el “megacolector” por sus críticos. Desarrollado por Amigos del Lago, instalaría tubería a todo alrededor del lago para recolectar aguas residuales de las comunidades indígenas y luego trasportar esta agua rica en nutrientes fuera de la cuenca del lago para irrigar tierras cultivadas y generar electricidad. Costaría aproximadamente $215 millones y rescataría el lago moribundo –o, al menos, así lo cree José.

Él dice que las aguas negras fluyen al lago a una velocidad de 300 litros por segundo –una estimación, explica, que proviene de la autoridad local para el manejo sustentable del lago. “Pero yo creo que es al menos 300 litros por segundo. Es decir, al menos en este pueblo ¿cuántos litros por segundo hay aquí? ¿Sabes? Yo sí lo creo.”

A pesar de esta convicción, los pequeños arroyos que descienden por las calles parecen ser aguas grises –no aguas negras con heces humanas. Pero José insiste en que si tan solo se pudieran liberar de estas aguas negras, el lugar sería tan hermoso como Santorini y gozaría del mismo nivel de turismo. El pueblo entero sería un éxito y el lago estaría protegido.

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‘Hay otros problemas, claro’

“Este es un lugar a donde traemos a la gente porque el problema es tan obvio”, dice Eduardo Aguirre, líder del proyecto de agua y saneamiento para Amigos del Lago. Un arquitecto de profesión, Eduardo vive en la Ciudad de Guatemala, pero tiene una casa de verano—y buenos recuerdos de vacacionar—en el lago.

Eduardo Aguirre, gerente de proyectos de la ONG privada Amigos del Lago De Atitlan, en San Lucas Tolimán, Lago Atitlan, Guatemala [Turab Shah]

 

Cuando se estableció en 1990 con el padre de Eduardo como miembro fundador, Amigos del Lago se centró en iniciativas de ONG medioambientales más tradicionales como plantar árboles, reciclar, proyectos de educación y concientización –muchos de los cuales continúan y son populares. Pero tras el brote de cianobacteria del 2009, la ONG ha estado trabajando en el más ambicioso proyecto de tratamiento de aguas residuales de 215 millones de dólares.

Eduardo y yo tomamos un paseo en lancha desde San Lucas Tolimán en la costa sureste del lago y la vista es impactante; la pequeña bahía está muy sucia de basura y la superficie cubierta por lo que parecen ser algas.

En un encuentro casual con un pescador local llamado Guillermo Campa, una figura modesta de unos 40 años vestido con ropa de trabajo gastada y botas de agua, Eduardo habla de la creciente contaminación y Guillermo concuerda con que es un problema enorme.

Eduardo señala a las mujeres lavando en el agua como la fuente de toda esta contaminación, pero Guillermo le dice que él lo considera un asunto de mantenimiento y que las autoridades locales necesitan componer la planta de tratamiento de aguas residuales cercana. Es posible que la instalación de tratamiento de aguas esté tratando las aguas de sus peores contaminantes, pero el agua postratamiento está aún espumosa. Su conversación se torna al proyecto de aguas residuales y, sin mencionar su rol en Amigos, Eduardo le pregunta a Guillermo que opina sobre este. Guillermo hace una pausa y luego dice: “He oído de él. Algunos están en contra, otros a favor … dicen que solo ayudará con el 20 por ciento de contaminación, entonces la gente no está de acuerdo con esto.”

Una mujer lavando ropa en el lago [Arwa Aburawa]

 

Eduardo responde que por lo menos eliminará el 100 porciento de las heces, y “sí, hay otros problemas, claro.” Guillermo repite que él siente que la solución debe de venir de un mejor tratamiento de aguas residuales de parte de las municipalidades alrededor del lago. Eduardo le dice que no le quiere quitar más tiempo –su pesca se arruinará.

Mientras estamos parados en la bahía contaminada, Eduardo recibe una llamada avisándole de una confrontación entre sus colegas y un grupo indígena local de San Pedro la Laguna. El grupo, que incluía a Paulina, había organizado una conferencia de prensa sobre su oposición al proyecto. Se dio una discusión acalorada entre ambas partes y fue documentado por la prensa. En el video que circuló en las redes sociales, un miembro del equipo de Amigos alza la voz y exige respeto, mientras que los organizadores de la conferencia de prensa le responden que les hable con respeto, que no les alce la voz y, luego, que se vaya.

“Nuestro miembro de la junta directiva atendió y escuchó todo y, por supuesto, estaba malinformado y todo fue un montón de mentiras. Él cortésmente alzo la mano para aclarar las cosas, pero no sirvió de nada”, me dice Eduardo. “No esperaban que llegara alguien a aclarar las cosas frente a la prensa. Así que prácticamente lo echaron del lugar”.

Un niño indígena pesca con un bote pequeño alrededor del lago de Atitlán [Arwa Aburawa]

 

A pesar de la oposición pública, Eduardo insiste que quienes se oponen al proyecto están simplemente malinformados. “Probablemente tienen otra idea, otra propuesta. Pero les preguntamos acerca de la propuesta, pero ellos dijeron que no la tienen. Entonces solo se oponen, no proponen. Esto no está bien”, dice.

José insiste en que la mayoría de las personas con las que habla creen que su proyecto es una idea maravillosa y Eduardo dice que 70 por ciento de la gente, como Guillermo, solo son “buenas personas que necesitan que se resuelvan las cosas”. De acuerdo con los dos hombres, la resistencia al proyecto surge de un malentendido que pudiera resolverse con mejor comunicación.

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Desconfianza comunitaria

Para Paulina, que habló en la conferencia de prensa donde se suscitó la disputa entre los dos lados, las razones para la resistencia son sencillas.

“Nunca pidieron el consentimiento de la población”, dice. “Nunca nos preguntan cuando vienen a hacer algo aquí. Ahora, con este … megaproyecto, no creemos que tengan buenas intenciones porque si tuvieran buenas intenciones, ya habrían venido a consultarnos”.

Mientras que el Derecho de Consulta de las comunidades indígenas para un proyecto como esté está establecido en la legislación de la ONU, Amigos, que contrataron a dos científicos estadounidenses para desarrollar este proyecto, lograron llegar directo al (ahora “ex”) vicepresidente de Guatemala Jafeth Cabrera para su apoyo al proyecto. De hecho, en julio del 2018, durante una ceremonia de inauguración de un nuevo mercado, el vicepresidente, quien también está a cargo de los lagos del país, dijo a los residentes que estaba gestionando para lograr fondos para el proyecto. Jafeth Cabrera no respondió a invitaciones a comentar.

En las reuniones comunitarias contra el proyecto en Santiago y San Pedro, muchos repiten su desconfianza e indignación por ser ignorados.

En Santiago, alrededor de 15 hombres y mujeres se reúnen en un pequeño cuarto decorado con mapas, fotografías antiguas y candelas en la cabecera local, para expresar su preocupación acerca del proyecto del “megacolector”. Se percibe un humor desafiante.

Los ancianos indígenas locales expresan sus preocupaciones sobre el proyecto de “mega recolector” de aguas residuales que se propone para el lago de Atitlán [Lucía Reinoso]

“Nosotros no somos ‘amigos del lago’”, dice Felicia, una abuela y residente indígena que es parte de la misma red que Paulina, refiriéndose al nombre de la ONG tras el proyecto. “Pertenecemos al lago y el lago nos pertenece a nosotros. Es nuestra herencia y lucharemos por ella … Han venido aquí y forzado sus proyectos sobre nosotros sin respetar nuestra cultura, nuestra historia, nuestra soberanía territorial—sin consultarnos siquiera”.

“Es la misma situación que ocurrió durante la guerra cuando las comunidades se vieron afectadas y nosotros nos reuníamos como lo hacemos ahora, para hablar y tomar decisiones. Para ellos somos un problema, pero en realidad, el problema son ellos”, expresa con enojo Antonia Petzey, una autoridad ancestral indígena. “No queremos el mega colector en nuestro lago, no lo queremos, y por eso estamos aquí”.

Antonia cuenta su conexión profunda y espiritual con el lago de Atitlán, que forman algunos de sus primeros recuerdos [Lucía Reinoso]

 

En la reunión comunitaria en San Pedro, Paulina dice que la conferencia de prensa mostró a Amigos por lo que realmente son y que más personas se están acercando para apoyar su campaña contra el “megacolector”.

“Nunca nos consultan. Siempre es un juego. Hemos sido burlados. Y ellos continúan. Después de 500 años, continúan. Sigamos … por 600 años”, dice Felipe Tuy con sordo enojo. “Bueno, ahora la gente ha reaccionado”.

La referencia a la guerra civil o a los cientos de años de conquista española pudiera parecer fuera de lugar, pero posiblemente es esencial para comprender por qué la comunidad indígena y Amigos están tan opuestos. En 1524, los conquistadores españoles arribaron a Guatemala y devastaron a la población indígena con sus enfermedades, violencia y extracción de recursos.

Los conquistadores capturaron a comunidades indígenas y los forzaron a trabajar en un sistema explotador para enriquecerse aún más. Esta situación no terminó con la Independencia de España en 1821. De hecho, expertos han argumentado que “está comprobado que las estructuras y prácticas coloniales establecidas en la Era Colonial son duraderas, ya que fueron modificadas, pero se mantuvieron en su mayoría incluso tras la independencia, la reforma liberal, y la intervención de Estados Unidos”. Por ejemplo, las comunidades indígenas se ven afectadas de manera desproporcional por un pobre acceso a la educación, vivienda, por el desempleo e pobres resultados de salud; también son con frecuencia objeto de violencia y tienen poco acceso a la justicia cuando son víctimas de abusos de poder.

Paulina y sus compañeros se reúnen en una gran reunión comunitaria en Panajachel para discutir asuntos que afectan a las comunidades indígenas alrededor del lago [Arwa Aburawa]

 

De acuerdo con el Grupo Internacional de Trabajo para Asuntos Indígenas, los datos oficiales también indican que 21.8 de la población indígena se ve afectada por la pobreza extrema, en comparación con el 7.4 por ciento de la población no indígena.

Las raíces de este conflicto son algo que Amigos reconoce. Cuando le pregunto a José sobre esto, él toma un largo jalón de su cigarrillo y hace una pausa antes de responder. “Como sabes, la población aquí es mayoritariamente indígena –son la mayoría de la población. E históricamente, ha existido un maltrato de este grupo. Originalmente, desde la conquista española, pero después, de parte del Estado, ha existido un maltrato sistemático de indígenas. Entonces, hay una resistencia a cualquier proyecto grande que viene de “ideales occidentalizados” … Entonces, creo que mucha gente asume que, porque viene de una asociación que está, tu sabes, centrada en la ciencia y mucha de la gente es occidental, por decirlo así, se le ve con este escepticismo de que ´ellos siempre nos dicen que estos proyectos nos beneficiarán pero, en realidad, nunca lo hacen’ ¿no?”

“Y ese es el reto, ¿cómo asegurarnos de que la gente realmente quiera este proyecto?” dice José, hablándome frente a la cámara en un hotel con vistas al lago en Panajachel.

Sin embargo, anteriormente, tras las cámaras, en una entrevista con José y Eduardo en Ciudad de Guatemala, les pregunté si habían buscado el consentimiento de la población para su proyecto y José respondió: “Esta no es una manera muy políticamente correcta para decir lo que voy a decir, pero siento que estamos en un punto en dónde es como que, ‘ya cállense, necesitamos hacer esto … nosotros les explicaremos a ustedes [las comunidades indígenas] que es lo que estamos haciendo, pero apártense del camino, nosotros estamos haciendo esto”. Después de una breve pausa, agregó: “pero quizás no me cites en esto.”

“Y en esta conversación políticamente incorrecta … ¿En qué país del mundo le tienes que consultar a la gente si están de acuerdo con limpiar su fuente de agua? ¿En serio? Es una locura”, agrega Eduardo exasperado. “Eso no lo preguntas ¡Lo haces!”

Mujeres indígenas se reúnen en Santiago para expresar su preocupación por un gran proyecto de tratamiento de aguas residuales planeado para el lago Atitlán [Turab Shah]

 

Cuando le pregunté a José y Eduardo de Amigos que abordaran la discrepancia entre estas dos declaraciones, Eduardo, respondió por correo electrónico en febrero de 2021: “Me refiero a la frustración que sentimos hacia las autoridades gubernamentales que excusan su falta de acción (inacción histórica) con el argumento de delegar su mandato constitucional de garantizar el acceso al agua y saneamiento, a un proceso de consultoría local. ¡Nunca debió de haber sucedido! El lago nunca debió de ser contaminado, la gente nunca debió de enfermarse, la más importante atracción turística del país nunca debió haber sido dañada”.

José Toriello no respondió a nuestra petición de una respuesta acerca de si Amigos había buscado consultar con las comunidades locales y que abordara sus declaraciones previas.

Esta fue la respuesta de Eduardo al preguntársele acerca del proceso de consulta para su proyecto en particular y si habían consultado con la población local: “No es decisión ni responsabilidad nuestra el consultar o no consultar, creemos que para que este proyecto sea exitoso las comunidades locales deben de ser una parte integral del proceso. No se debería de requerir un permiso, sino que, en cambio, se debe desear el empoderamiento local si el gobierno quiere tener éxito”.

Eduardo agregó que ese proceso de consulta ya ha comenzado y que el objetivo principal de Amigos de lograr que las instituciones gubernamentales asuman la responsabilidad y control de salvar al lago está bien encaminado. Agregó que el componente central de esta labor es informar y escuchar a las autoridades locales y partes interesadas. “El primero de, esperamos, muchos talleres, se llevó a cabo hace un par de semanas con la idea de establecer una línea base de la concientización social, interés y voluntad locales para embarcarse en el proceso de rescatar al lago”.

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‘Nunca se esparce’

Después de la confrontación durante la conferencia de prensa, aparecieron carteles contra el proyecto en todas partes alrededor del lago y la cantidad de personas que firmaron la petición incrementó a más de 5,000.

Aparte de la falta de consulta, la mayor preocupación es la posible privatización del agua el lago y el potencial de explotación en un país en donde el lobbying empresarial es poderoso y sediento de agua.

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El número de personas que firmaron la petición aumentó a más de 5.000 [Turab Shah]

 

Josué Chavajay es un joven activista que trabaja con la oposición indígena al proyecto que se confrontó con Amigos en la conferencia de prensa. Como Paulina, él también es indígena y creció y vive en San Pedro la Laguna, y considera que este es una amenaza importante por parte del proyecto. “El control del agua es poder”, explica con sencillez.

“En un país como el nuestro, en donde las estadísticas de desarrollo nos sitúan muy al fondo; en un país con mucha desigualdad, en donde no podemos acceder a la educación, en donde no tenemos acceso a servicios de salud y, que de repente, no tuviéramos acceso al agua, es un problema. Porque sabemos que en el momento que ellos tengan control del agua, nuestro derecho humano de acceso al agua se habrá perdido”.

En este momento, el control del agua alrededor del Lago Atitlán se reparte en 15 municipalidades locales pero, con este proyecto, el agua sería controlada por una entidad público-privada aprobada por el congreso. Y es este alejamiento de los poderes locales, los cuales son (en su mayoría) responsables ante sus comunidades, hacia entidades más centralizadas y privadas, lo que preocupa a Josué y otros.

Una de las preocupaciones es que las comunidades pobres pudieran terminar teniendo que pagar por el agua. “Si ahora nos pesa comprar un vaso pequeño de agua pura, una botella pequeña” dice Paulina a un grupo pequeño de vecinos en una reunión comunitaria en San Pedro, “¿Cuánto más será pagar para bañarnos, beber, para todo lo que necesitamos el agua, para nuestras siembras? … Ellos no piensan en eso”.

El lago de Atitlán es una importante fuente de turismo para Guatemala [Arwa Aburawa]

 

Envuelto en los temores de la privatización está no solamente que las comunidades pudieran terminar teniendo que pagar por el agua sino también que su agua pudiese terminar siendo desviada y llevada fuera. José y otros en Amigos han descartado este temor diciendo que no tienen interés alguno en desviar el agua limpia –solamente el agua contaminada—y han insistido en que estos temores son infundados y fuera de lugar.

Para muchas comunidades, sin embargo, la “lógica de privatización” como le llama Josué, es una pendiente resbaladiza y lo que se apuesta es demasiado para las comunidades. En la costa sur de Guatemala, por ejemplo, a dónde Amigos conducirían las aguas residuales para irrigar las tierras agrícolas, hablé con agricultores que me contaron como los ríos habían sido desviados por los dueños de plantaciones grandes de caña y palma, privándolos de su habilidad de cultivar sus propios alimentos.

Amigos ha insistido en que la desviación de aguas no es el objetivo de su proyecto y que estos temores no están fundados en hechos. Es posible que este sea el caso, pero las sospechas de la comunidad perduran. “Hemos visto muchos proyectos que no son para el bienestar de la comunidad, hay muchos tipos de ejemplos y la idea de que se esparce por goteo —nunca se esparce”, dice Josué. “Hay suficiente evidencia en este país de que esos proyectos nunca terminan bien. Nunca hay un final feliz, solo hay destrucción y pobreza y desigualdad”.

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Mirando las cifras

Guatemala es considerado uno de los países más desiguales en Latinoamérica, con una pequeña minoría capaz de transformar su poder económico en influencia política. Jorge Santos, un defensor de derechos humanos en UDEFEGUA, una ONG ubicada en la Ciudad de Guatemala que se dedica a defender los derechos humanos me dice que el 10 por ciento más rico de la población acumula alrededor de 50 por ciento de la riqueza del país. “Esta concentración de poder es un proceso que ha transcurrido en el tiempo y ocurrido en una historia que permite a las élites usar su poder para acumular todos estos recursos y crear un Estado absoluto a su imagen”, me dice durante una entrevista en su oficina. “¿Cuán poderoso puedes llegar a ser? En Centro América, Guatemala es el único país en la que la mitad de su pueblo sufre de desnutrición y que, a la vez, tiene multimillonarios”.

De hecho, la estrecha relación de Amigos con empresas privadas ha sido una fuente de recelo de muchos en la comunidad. Muchos de quienes se oponen al “mega colector” se refieren con frecuencia a Amigos como “empresarios” u hombres de negocios en lugar de como trabajadores de la sociedad civil. “Hacemos cosas concretas”, me dice Eduardo cuando le pregunto acerca del trabajo de Amigos. “Nos centramos en un proyecto que hará que las aguas del lago estén libres de aguas residuales. Y eso es lo que haremos. Tiene un principio y un fin. Entonces, creo que la gente puede identificarse con eso porque la mayoría de nuestros donantes son del sector privado y esto es a lo que están acostumbrados … Es también lo que nos ha colocado en donde estamos hoy. Y ese es el lugar … en el cual puedes hablar con un vicepresidente y puedes hablar con un presidente, y puedes hablar con un ministro de finanzas … también tienes que ser capaz de lograr que los dueños de empresas, dueños de empresas grandes, confíen en ti. Y eso se hace con trabajo y eso es lo que hemos logrado”.

El lago de Atitlán es el lago más profundo de América Central [Arwa Aburawa]

 

Cuando las organizaciones comunitarias en San Pedro La Laguna invitaron a Amigos a hablar sobre el proyecto, Josué recuerda que no les fue muy bien. “Recuerdo que la primera vez que sus representantes vinieron a hablar con nosotros, él básicamente dijo ‘Vengo a presentarles, pero no tengo mucho tiempo para hablar con ustedes’. Y eso demuestra que ellos no quieren dialogar”, dice Josué. Lo que evidenciaron es que ellos solo desean imponer, imponer, imponer. Y que nosotros solo digamos sí, sí, sí, sí.”

A la vez que hablan con Amigos, los que están en contra también han estado hablando con científicos y expertos locales acerca del proyecto. “También hemos contactado a varias universidades que han hecho estudios sobre la contaminación en el lago”, dice Paulina, “y ahora sentimos que hemos tomado toda esta información y nos sentimos fuertes (en nuestra decisión)”.

A pesar de que el proyecto de Amigos está enfocado científicamente y que insisten en que este es “el mejor proyecto para el lago desde un punto de vista medioambientalista y económico”, su ciencia ha sido criticada por varios científicos y depende de expertos en los Estados Unidos en lugar de expertos locales que trabajan en el lago día a día.

Claudia Romero, ecotoxicóloga y directora de Centro de Estudios de Atitlán de la Universidad del Valle en el Lago Atitlán, descarta el proyecto y su impacto. “Con base en los datos, me sentiría un poco incierta de que sea realmente una solución viable o si realmente responde a las preguntas ecológicas del lago”, dice.

Claudia Romero, ecotoxicóloga y directora del Centro de Investigaciones Atitlán de la Universidad del Valle de Guatemala [Turab Shah]

 

Ella dice que aquí entran en juego el cambio climático, la introducción de una especie invasiva de pez, contaminantes en el aire y muchos otros factores. Así que enfocarse en las aguas grises o residuales que llegan al lago –que ella no cree es lo que causa los brotes de cianobacteria como sugiera la gente que es el caso—no funcionará. “El proyecto que se fomenta en la cuenca, con base en datos científicos, sería difícil de ver si eso sería la solución o que es lo que sucedería después de la implementación de este proyecto … Yo sugeriría cambiar el enfoque a algo más integral, centrarse realmente en las fuentes de contaminantes. Y también tener un cambio de actitud hacia la gente y recalcar que las autoridades son responsables de controlar los asuntos de medio ambiente en la cuenca”, dice Romero.

Para ponerlo de manera sencilla, ella cree que la propuesta no comprende la realidad compleja del lago y, por ende, no resolverá sus problemas.

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Dos mundos chocan

Hoy tranquilo y sereno, el Lago Atitlán nació de una violenta explosión volcánica hace más de 80,000 años. Y las comunidades indígenas que se han establecido alrededor del lago por miles de años han vivido su parte de violencia también, desde la colonización española en 1524 al conflicto sangriento entre 1960 y 1996 perpetrado por una dictadura de extrema derecha. En el pasado, la violencia incluía reubicación forzada, conversión y opresión, pero hoy, algunos sienten que viene como una forma impuesta de “desarrollo y progreso”.

“El Estado de Guatemala, el modelo de democracia en este país, se ha construido al amparo de la violencia”, dice Jorge. “Esto significa, por ejemplo, que no hay derecho de consulta otorgada a las comunidades, las comunidades no alcanzan a participar en modelos de desarrollo. Básicamente, estos son solamente modelos que se les imponen por medio de fuego y sangre”.

Josué dice que fue en una reunión con Amigos y la oficina del vicepresidente Jafeth Cabrera que él cayó en cuenta que los dos mundos estaban chocando. El lenguaje de Amigos, explica, propone una solución científica que proviene de “un enfoque de empresa y mercantilización del agua e, incluso, de las aguas residuales sin tratar”. En contraste, las comunidades indígenas comprenden el agua y sanidad como un bien común. “Una cosa pública con una solución científica, por supuesto, pero una que no abandonaría la cosmovisión y perspectiva de la comunidad. Por eso digo que nuestros lenguajes se comenzaron a confrontar”, dice él. “De hecho, no solo se estaban confrontando, son polos opuestos”.

Para Josué, el capitalismo está generando contaminación y este proyecto, en lugar de detener la contaminación, busca gestionarlo y monetizarlo. “El capitalismo destruye el medio ambiente y afecta de manera realmente negativa este hermoso medio ambiente que es tan fundamental para nuestras vidas. Así, siendo que es el capitalismo la causa de nuestros problemas, no puede venir y decirnos cual la es la solución” explica en su jardín familiar en San Pedro La Laguna.

Las comunidades indígenas se han asentado alrededor del lago durante miles de años [Arwa Aburawa]

 

De hecho, me dice que la comunidad ve esta contaminación como un momento de desaprender los malos hábitos forzados en ellos por el modelo occidental de progreso, tal como usar bolsas de plástico y fertilizantes químicos. “No quiero romantizar las cosas –no quiero retornar a como eran las cosas hace 100 años. Lo que digo es que necesitamos retornar a ese sentido y sentimiento que daba valor a las cosas. Necesitamos reconsiderar nuestros modos de consumo, nuestra relación con el agua, y respetar la vida del lago porque tiene una vida, necesitamos soluciones, necesitamos hidráulicos, también necesitamos retornar al conocimiento ancestral y comprender lo que hicieron, que es que el agua es sagrada”.

Las comunidades indígenas, que comprenden menos del 5 por ciento de la población mundial, protegen el 80 por ciento de la biodiversidad global y lo han hecho por siglos. Un informe histórico de la ONU publicado en 2019, encontró que mientras los humanos “están erosionando las fundaciones de nuestras economías, formas de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida alrededor del mundo”, hay una excepción importante: en donde las comunidades indígenas administran la tierra, la degradación ecológica es mucho menos grave –en algunos casos, se había evitado por completo.

La gran mayoría de la población del lago Atitlán son indígenas mayas, en su mayoría Tz’utujil y Kaqchikel [Arwa Aburawa].

 

El lago revela este hilo de existencia, perseverancia y sobrevivencia. En septiembre del 2020, las comunidades de San Pedro La Laguna, incluyendo a Paulina, presentaron una petición a la Corte Constitucional –vía teleconferencia—en contra del proyecto de Amigos del Lago y su falta de consulta comunitaria. Argumentaron que, como comunidades indígenas, su derecho a consulta está garantizado por el Convenio 169 de las Organizaciones Internacionales del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales y, por ende, el proyecto no puede seguir adelante sin su consentimiento. Ellos ahora esperan la resolución de la corte.

Sentada frente al mural comunitario en oposición a la privatización del agua, Paulina dice que ella lucha por la sobrevivencia de las próximas generaciones. “Estoy luchando hoy, para que mi hija pueda vivir una buena vida”, dice Paulina. “Para que ella esté bien, para que goce de buena salud y sea feliz y bendita”, dice. “Cuando yo ya no esté, yo quiero que ella continúe con estas ideas y que sepa que a veces, la gente no está contenta con lo que haces, pero tienes que continuar la lucha”.

Este informe fue apoyado por la International Women’s Media Foundation como parte de su iniciativa de reportajes en América Latina, Adelante y el  One World Media Production Fund.

Escrito por Arwa Aburawa

Videos por Turab Shah

Diseño y desarrollo por @AJLabs

About the Author

Arwa Aburawa

Arwa Aburawa is a freelance journalist and documentary filmmaker from the UK. Arwa’s work focuses primarily on environmental and health stories – she has reported on the lives of sugar… Read More.

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