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Este es el viacrucis que atraviesan las personas LGBT+ que migran a México
Las personas que forman parte de las minorías sexuales enfrentan problemas como discriminación, trata de personas e inseguridad durante su paso en el país.
(FOTO: REUTERS/Go Nakamura)
En cuanto a Yuli, tomó la decisión de dejar el Estado de México e irse a Estados Unidos, con el fin de tener un trabajo y ser respetada.
Entre 2018 a 2023, ingresaron a México personas migrantes sin documentos de 78 nacionalidades, de acuerdo con reportes de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social. Y aunque algunos de ellos pertenecen a la comunidad LGBT+, no se atreven a revelar sus preferencias sexuales.
El por qué las personas deben ocultar su orientación es básicamente por el riesgo que puedan tener en su recorrido y más en países latinoamericanos, donde la mayoría de las veces son detenidos, encarcelados, discriminados o llegan a ser parte del gran número de asesinados sin nombre.
Esas mismas constantes lo sufren en su país de origen, pues la exclusión por tener un género diferente los hace emprender e incluso pedir refugio. Como es el caso de Pavel, quien decidió salir de su país por la discriminación que vivía a diario, o incluso la situación que vivieron Yuli y Mitchel quienes salieron de su país para llegar a Estados Unidos y poder tener una vida lejos de la violencia.
A partir del 2018 hay una gran cantidad de dimensiones de tránsito entre un país y otro, por el cual ahora los migrantes llegan a las fronteras a través de grandes caravanas que recorren todo el país con miedo a enfermarse, pasar hambre, de los policías, el narco, ser discriminados y a la muerte. Pero aún así buscan una oportunidad más.
Ante este fenómeno, Alberto Cabezas, coordinador de ONU Migración, afirma que es un “caso curioso”, porque solo persiste en México, por eso se posiciona en “el segundo país más transitado que está por detrás de Estados Unidos” y con mayor número de detención migratoria.
A pesar de que sea común el tránsito de diferentes nacionalidades, la doctora en ciencias sociales Isadora Lins França expone que son las personas de la comunidad LGBT+ quienes buscan un refugio, porque viven con el miedo a desaparecer y convertirse en una estadística que se difumina con el paso de los años.
Es difícil conocer cuántos son los migrantes que llegan a México y aunque se cuenta con el Instituto Nacional de Migración (INM), son las organizaciones quienes dedican mayor tiempo a conocer las necesidades de los migrantes ante cualquier entidad federativa.
“Nunca pensé que México sería más fuerte que una selva”
En Venezuela, Mitchel, un hombre trans, y su esposa, vivían tranquilos y a pesar de los problemas que tiene la comunidad LGBT+ en el país. Mantuvieron su vida en paz hasta que en Maracay, capital del estado de Aragua, estuvo en la mira del gobierno.
Después de salir del Ejército bolivariano de Venezuela, Mitchel completó su transición, pero luego fue señalado junto con su tío –un pastor evangélico– como parte de un presunto atentado contra el presidente Nicolás Maduro, por su relación con un preso político. Esto provocó su percesución política y lo obligó a abandonar su país en 2018.
Se fue a Chile donde vivió durante cinco años como residente temporal, pero por enfermedades de su mamá y y de su mujer, volvió a Venezuela de manera ilegal. Después de 20 días decide irse a Estados Unidos cuenta que eso ha sido lo más pesado que ha vivido.
“Jamás pensé pasar por tantas desgracias como las pasé en México: Nunca me imaginé que hubiera sido mucho más fuerte que una selva”, dijo Mitchel. Tuvieron que pasar cinco meses para que volviera a sentirse a salvo
Los migrantes deciden salir de su hogar porque buscan oportunidades para salir adelante y varios países toman este paso porque fueron amenazados por el narco, su familia en el origen, la trata de personas en el tránsito, el acoso en fronteras, el racismo o el maltrato de los policías en el destino.
Otra de las discusiones que hay entre la población, investigadores y comunidades ante los términos que se brindan a quienes llegan al país, pues algunos consideran que no hay diferencia entre un migrante heterosexual y de la comunidad. Sin embargo la realidad es que trascienden “por los peligros que conlleva revelar su identidad y orientación”, menciona el Manual de atención LGBT de la Universidad Iberoamericana.
Del 2019 a 2022 ingresaron 6,356 migrantes a la Ciudad de México y durante 2023 han ingresado 2,505 personas. Solo dos personas migrantes han solicitado cambiar su sexo de “masculino” a “otro” en los registros, de acuerdo con la información pública de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso).
La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) por su parte tiene informes, del 2022 a 2023, sobre las personas que solicitaron su reconocimiento perteneciente a la comunidad LGBT+ que fueron ciudades como: Acayucan, Veracruz (75 personas), Tapachula, Chiapas (458 personas) y Tijuana, Baja California (11 personas) considerando que son personas pertenecientes a la comunidad.
De toda la comunidad LGBT+ que busca irse a Estados Unidos, las personas trans son la población que más sufre discriminación. Las personas eeciben “tratos indignantes” como la explotación laboral, acoso y hostigamiento.
El investigador Fernando Steng afirmó en una conversación en el Colegio de la Frontera Norte que algunos sitios fronterizos los obligan a que no estén maquillados, a tener ropa socialmente aceptada para su sexo y al igual que el cabello.
En la frontera sur de la Ciudad de México, Mitchel pagó 20 pesos para cruzar el río Suchiate, a través de una llanta, pero al pisar el territorio prefirió caminar que ir en combis, eso lo entendió porque las mismas personas del transporte los entregaban a la migra.
Su destino era Tapachula y desde Ciudad Hidalgo, también en Chiapas, tuvo que caminar alrededor de 37 kilómetros. Entre praderas y grandes distancias, Mitchel logró esconderse entre las mantas de hojas y árboles, pero al día de hoy todavía no se explica lo que sucedió.
“Se me apareció un niño campesino, me preguntó para dónde iba y me dijo el camino para salir a la autopista. Al momento de caminar y voltear ya no está el niño. Entre creencias, el niño para mí fue un ángel de la guarda”.
Tapachula es el primer destino al que muchos migrantes llegan, al ser frontera natural entre México y Guatemala, “actualmente toda la franja fronteriza del sur presenta un importante recrudecimiento de la crisis, esto ante la llegada de un gran número de personas”, menciona Raúl Caporal, director ejecutivo de Casa Frida, una organización que ayuda a migrantes LGBT.
De Tapachula, Mitchel se fue a Arriagas y ahí se dirigió a San Pedro Tapanatepec, Oaxaca. Al llegar, los oficiales le pidieron sus documentos y al no tenerlos lo llevaron al Instituto Nacional de Migración (INM) donde le dieron un papel el cual decía que tenía que abandonar el país por la frontera más cercana.
Raúl Caporal cuenta desde la perspectiva de las casas que apoyan a los migrantes, uno de estos lugares ubicados en Tapachula, que reciben personas de El Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Jamaica, Venezuela, quienes entran por el sur del país.
En ese entonces, Casa Frida buscó la manera de capacitarse, formarse y profesionalizarse en materia migratoria y lograr una estrategia transversal, a nivel nacional, para las personas LGBT.
A diferencia del apoyo que han brindado organizaciones que tienen casas de refugio para la comunidad LGBT+ o que brindan medicamentos gratuitos, como son: Casa Frida (ha ayudado a 1,700 personas aproximadamente) y VIHve Libre (ha brindado medicamentos a alrededor de 500), mencionaron en entrevista.
Mitchel cuenta que los trabajadores del INM le cuestionaron su sexualidad y él afirmó ser hombre, pero ellos dijeron que en sus documentos tenía sexo femenino.
“Yo le dije sí, soy un chico trans. Aquí en esta frontera se portaron conmigo muy bien, aquí sí me preguntaron si quería que un hombre o mujer me revisara, me trataron de él y me metieron en una celda donde había puras personas de la comunidad”.
Al otro día de su detención lo dejaron ir y emprendió camino a Oaxaca, donde obtuvo otro permiso que se llama “Forma Migratoria Múltiple”, que otorga a los a migrantes una estancia de 60 días para estar solamente en el estado de Oaxaca.
Al tener todos sus documentos, se preparó y se fue rumbo a Veracruz, pero en esta ocasión lo golpearon.
“Me golpearon y me dejaron tirado junto con otros dos chicos que también eran gays. Nos golpearon y tuvimos que regresar a San Pedro caminando”.
Por eso Mitchel tuvo que cambiar de dirección y compró su boleto para la Ciudad de México. Al llegar a la terminal del Norte decidió comprar otro pasaje, pero las mismas personas que le vendieron el boleto estaban informando al chófer que se subirán venezolanos, “nos estaban entregando, nos tenían marcados”, recordó.
El trayecto fue tranquilo, pero al llegar a Monterrey se detuvo el autobús, se subieron policías y sabían quiénes eran los tres migrantes que viajaban juntos, “nos piden nuestras identificaciones y como no tenían permiso para estar en Monterrey nos regresan a Oaxaca”.
Raúl Caporal explica que quienes llegan al país no saben los detalles de papeleo o estadía y por ello recomienda que las personas busquen su regularización migratoria mediante una tarjeta de residencia permanente.
Casa Frida apoya a los migrantes que necesiten sacar el permiso en la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), que pueden tardar de 15 días a tres meses, por la gran cantidad de migrantes a los que deben atender.
“Si llegaste a la Ciudad de México o a cualquier identidad sin pasar por una detención, robo, asalto, hostigamiento, persecución e inicias tu proceso ante la Comar tu no puedes abandonar la entidad”, explica Raúl Caporal.
El director de Casa Frida dijo que si una persona deja el proceso se puede tomar como abandono, lo que puede provocar incluso una deportanción a los migrantes que dejen la entidad federativa donde iniciaron su proceso.
“Si te entregan tu residencia permanente ahí si te puedes mover libremente por todo el país, vía terrestre o aérea sin problema”, agrega.
Mitchel, al estar en Oaxaca, se dirigió nuevamente a la Ciudad de México, volvió a juntar dinero para llegar a Monterrey, donde lo volvieron a detener, pero ahora los agentes del INM lo separaron del grupo y lo violaron.
“Entre un funcionario y un oficial federal abusaron sexualmente de mí. Luego de eso me dijeron que no dijera nada porque me iban a llevar a un sitio donde probablemente iban a seguir abusando de mí si yo decía algo. Metiéndome un psicoterror”, cuenta Mitchel.
La dependencia a cargo de Roberto González López fue consultada, vía una solicitud de transparencia, sobre si cuenta con protocos para ayudar a personas LGBT o personas trans a vincularse con autoridades de procuración de justicia si son víctimas de delitos sexuales.
En la respuesta, la dependencia señaló que “sensibilizan a su personal activo, capacitándolo de manera constante en este tema acorde a la ley de migración y su reglamento facilitando la estrategia de atención migratoria para la debida protección, asistencia y/o canalización de víctimas con actores vinculados en la materia”.
Además, el actuar de todas y todos los servidores públicos “se basan en pleno respeto a los derechos humanos de todas las personas con independencia de su edad, orientación sexual, identidad de género y situación migratoria”, señala el Instituto Nacional de Migración en un documento que se solicitó de transparencia.
Al regresar a la Ciudad de México, Mitchel contactó a una Casa comunitaria que se llama “Comuna lencha trans”, donde lo apoyaron a juntar el dinero, a través de sus redes sociales, con el fin de comprar un boleto con dirección a Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos.
“Tanto que yo pasé, lo que me costó. Fueron cinco meses intentándolo para llegar a una frontera y sufrir tanto, pasar todo lo que pasé, la discriminación, el maltrato, violación, todo lo que pasé y todo lo pude haber pasado tranquilo con un vuelo aéreo”, dice Mitchel.
Mitchel llegó a Nueva York, lo operaron de su hernia y hoy se recupera de un cáncer que se le descubrió.
Discriminación también para los migrantes mexicanos
El día que llegó a Juárez fue un sábado, Yuli tenía la ilusión de pasar desapercibida y cruzar el muro sin problema, pero a pesar de ser de madrugada estaba cerrado.
Migración la vio, se regresó y sin tener familiares o amigos en la ciudad tuvo que caminar todo el día sobre la avenida. El domingo volvió a intentar cruzarlo, pero había más personas vigilando.
Yuli salió del Estado de México para lograr su sueño, pero tuvo que enfrentarse a quienes le pusieron el pie en su propio país, pues para una mujer trans no hay nada más es difícil que las personas comprendan su orientación.
La comunidad trans es la que sufre más maltrato físico en su paso por México y las personas que llegan a su destino son pocas. La esperanza de vida de las personas tras en el país es de entre 35 y 37 años, de acuerdo con la asociación civil Almas Cautivas y la Comisión para Prevenir y Erradicar la Discriminación (COPRED) de la Ciudad de México.
Cuando no pudo pasar la frontera, Yuli tuvo que hospedarse en un hotel, donde ideó planes para cruzar a Estados Unidos. Varias personas que se encontró en la calle le recomendaron ir a “Rancho Anapra”. En el camino, se encontró con “gente de mal corazón” que la golpeó y la dejó tirada. Una señora le dio apoyo y la llevó a su casa, donde conoció a su hija, que también es trans.
La joven prometió ayudarla a cruzar hacia Estados Unidos, por lo que decidió quedarse en su casa. Yuli no pagaba renta, pero trató de ayudar a la familia gastos que tenía. Se arrepintió poco, pues terminaron robándole dinero.
Un hombre acuchilló a Yuli en junio. Tuvo que ser intervenida quirúrgicamente y cuando le dieron de alta se digirió a un refugio de personas de la comunidad LGBT+, pero ahí mismo se cayó y sufrió un esguince, donde descubrió que debían operarle una hernia. Cuatro días después de la operación aún no perdía esperanza de cruzar.
Yuli encontró la fundación “Día” donde le regalaron las muletas y la ayudaron a generar la cita para el CP1, para cruzar hacia Estados Unidos.
Yuli logró pasar a Estados Unidos en octubre del 2023, obtuvo un permiso de refugiados en el país.
“Pensaba que no iba a obtener éxito, pero por suerte sí la aceptaron “ahora, primeramente Dios, viene la recompensa a tanto sufrimiento”.
Acceso a la salud sexual
Las enfermedades que llegan a tener las personas de la comunidad hacen que algunos de ellos busquen ayuda para pedir medicamentos y la Clínica Condesa, “a través de los Servicios de Salud Pública de la Ciudad de México” reportó a través de trasparencia las enfermedades que atendieron y enfrentan la población LGBT+ migrante:
Entre los apoyos que brindan las organizaciones, Alaín cuenta que en ocasiones brinda medicamentos para otras personas con diferentes nacionalidades, entre ellas, Cuba, Israel, Canadá, Bolivia, Guatemala y Belice porque “no se les brinda en su país o nada más están de paso y buscan completar el medicamento”.
En muchos casos, Alaín se ha encargado de pelear con el Sistema de Salud para permitir el acceso a medicinas y así apoyar a la gente, incluso con la Profilaxis prexposición (PrEP) y Profilaxis Posexposición (PEP).
Muchas personas desconocen el apoyo de las asociaciones. Por ejemplo, VIHve Libre manda medicamentos a otros estados.
Más allá de América Latina
A pesar de que tiene un año en México, Pavel por fin ya cuenta con su credencial de refugiado que solicitó al Instituto Nacional de Migración. Le fue otorgado el 22 de agosto de este 2023, pero su llegada al país no fue de las más satisfactorias.
Pavel viene de Rusia, un país donde el presidente Vladimir Putin prohibió la “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales”.
Rusia solo es un ejemplo de la discriminación hacía la población LGBT+ en el mundo. Las expresiones de disidencia sexual y de género están penadas en 67 países, entre ellos 32 africanos.
Pavel tuvo una cercanía con el campo durante su infancia, pues sus abuelos tenían una granja que la visitaba en sus vacaciones, además de que nació en la vertiente occidental de los Montes Urales del Sur, en una pequeña ciudad provincial de Salavat.
Pavel estudió dos carreras, Derecho y Ciencias Políticas y Pedagogía entre 2006 y 2011 en la Universidad de Bashkir. Es muy común que las personas terminen con dos carreras en Rusia, comenta, ya que eso les da más oportunidad de encontrar trabajo.
Se mudó a San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia, para enseñar disciplinas jurídicas y psicología en la Universidad de Tecnología y Diseño, donde sufrió diferentes procesos de discriminación.
Primero pensó que solo era así su jefe, pero con el tiempo los trabajadores lo insultaban, recibía malos tratos de todos y eso empezó a ser un problema, aunque nunca quiso renunciar, porque no quería dejar solos a sus estudiantes.
“La comunidad LGBT+ actual en Rusia se encuentra bajo la opresión sistémica del aparato estatal, en el marco de la discriminación legal, bajo presión ideológica y censura pública. Esta condición también fue el motivo de mi inmigración a México”, comenta.
Pavel menciona que en su salón de clases había adolescentes que tenían problemas para identificar su sexualidad, incluso a ellos les costaba trabajo expresar sus sentimientos. Pavel les ayudaba y muchos de ellos se sentían bien con él.
“Ahora que estoy en México todavía sigo pensando en ellos, no sé qué tipo de país les toque en un futuro”, señala.
Pavel cuenta que los gays que están en provincias de Rusia están divididos, esto porque en los años donde no existían las aplicaciones de ligue, se reunían en en lugares, conocidos como “Pleshki” y conocidos sólo por la comunidad LGBT+.
Hoy en día, en Rusia está permitido discriminar a personas por su orientación sexual y eso es lo que terminó hartando a Pavel.
“Siempre me decían que me parecía a Elton John, su forma de agredirme era de esta manera”, dice.
Incluso las familias tienen opción de mandar a sus hijos a lugares donde hay terapias de conversión, por lo cual la “tía opresiva” de Pavel le preguntó si le interesaba ir a una.
“Ya cuando tomé la decisión de salir del país, una tía habló conmigo y me preguntó de una manera muy común si yo no quería ir a terapias de conversión. Yo le dije que no, pero esa es la forma normal de ayudarme, después de todo lo que había vivido”, dice.
Su madre y padre murieron cuando él era pequeño. Al ser hijo único se quedó con el departamento de sus padres, que vendió con el fin de pagar las cuentas y venir a México.
“Vendí mi departamento, de San Petersburgo, a un precio muy absurdo. Al momento de que alguien aceptó y pagó, compré boletos de ida y vuelta, pues no podía comprarlos solo de ida. Me traje a mi perro y gato, porque también son mi familia, y volé a la Ciudad de México”.
“Hay un programa que es para personas en emergencia social y natural, que está dentro de la Secretaría Federal de Bienestar, otorga un financiamiento aproximado de 5 ,175 pesos mensuales por un tiempo definido que ayuda muchísimo a cubrir las necesidades mínimas básicas de las personas en su proceso de solicitud de refugio en México y de regularización migratoria que, más allá de una cantidad monetaria, ahora hablamos en parte de la dignificación de los tiempos de espera que pueden ser, en ocasiones, muy prolongados”, explica Raúl Caporal.
En la Ciudad de México, sin saber el idioma, Pavel dejó que todo fluyera y poco a poco comenzó a encontrar personas que los apoyaron, pero aún así cada vez que lo veían le cobraban el doble, solo por no saber español y porque “parece gringo”.
“Todos buscaban cobrar más porque creían que era extranjero, pero no me dejé. En algunos casos no quedaba de otra y tenía que pagar de más por comida o incluso en el transporte como taxis”.
Instalado en México, buscó la organización indicada a la que tenía que asistir para pedir permiso para su refugio, se dio a la tarea de investigar y dar con el Instituto Nacional de Migración (INM).
Lo trataron bien, le pidieron información y después de unos meses por fin tiene su credencial de refugiado, el cual ya cuenta con una Clave Única de Registro de Población (CURP) y un permiso para trabajar.
Después de un año, Pavel aún no aprende español, sabe algunas palabras, pero eso por su trabajo, el cual es todo lo contrario a lo que hacía en Rusia. Hoy cuida perros en la Condesa y espera que un día pueda aprender bien el idioma para que se dedique a lo que más le gusta, dar clases.
“Llegar de otro país y no saber nada, ni siquiera cómo son los procesos yo creo que siempre se les complica y estas son las trabas que siempre tienen”.
Pavel explica que “al llegar a México me di cuenta no nada más el cambio de cultura, sino también la libertad de las personas. Son muy felices y siempre están de fiesta, a diferencia de Rusia donde ningún vecino no habla con nadie”.
Otro rasgo característico que hace la Asociación VIHve Libre, de Alaín Pinzón, es brindar apoyo a todos aquellos que necesiten médico, que no sean derechohabientes o si les hace falta CURP, su asociación (y también las otras nombradas) apoyan en estos trámites.
Pavel vive por la zona norte de México, obtuvo el estatus de refugiado y a pesar de su poco español, no deja de asombrarse de la cultura de México y, pese a todo, busca hacer una familia con un hombre: “la familia con la que soñé de niño”.