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Indígenas de El Salvador, su mirada frente a las vacunas anticovid
José Cristino Ama, de 68 años, usaba mascarilla el día que se conmemoró el 90 aniversario de la masacre campesina de 1932 en El Llanito, un terreno adyacente a la parroquia de La Asunción, en Izalco, Sonsonate.
Ese 22 de enero, cuando se reunieron unos 300 indígenas de Izalco, Santo Domingo de Guzmán y Nahuizalco, en el occidente de El Salvador, José Cristino ya había recibido su esquema completo y una dosis de refuerzo de las vacunas anticovid. Presentado por los hombres con los que conversa como “el hijo de la hija de Feliciano Ama”, dice no haber sentido efectos secundarios tras ser vacunado. Feliciano Ama fue un indígena que fue ahorcado luego que se le atribuyó haber iniciado el levantamiento campesino de 1932, que terminó con la masacre de miles de indígenas y la práctica de esconder dicho origen con tal de sobrevivir.
José Cristino no es el único vacunado. Muchos otros integrantes de la comunidad indígena en el departamento de Sonsonate aceptaron la vacunación. Sin embargo, a la fecha se desconocen los números totales de las personas vacunadas y no vacunadas en municipios como Izalco, Cacaopera, Guatajiagua, Nahuizalco y Panchimalco.
La información sobre las muertes y sobre el proceso de vacunación que el gobierno difunde a través de la página covid19.gob.sv no incluye información geográfica a nivel de departamento ni de municipio; en cuanto a la vacunación, tampoco se difunde el número de vacunados por grupos de edad. Los alcaldes, si acaso, tienen una idea de cuántas personas han muerto debido al covid, pues las alcaldías extienden las partidas de defunción necesarias para las inhumaciones y tienen programas para ayudar con los gastos funerarios de las familias más pobres.
En Cacaopera, Morazán, territorio kakawira, se encontró el primer caso en el que un indígena que ha aceptado la vacunación con la primera y la segunda dosis, rechaza la dosis de refuerzo. Video: EDH/ Eduardo Alvarenga
Frente a la falta de información oficial, entre enero y marzo de 2022, El Diario de Hoy visitó esos cinco municipios con población de origen indígena para indagar qué tanto fue aceptada o rechazada la vacunación anticovid en ese grupo poblacional, específicamente entre la población de 60 años o más, y cuál fue el impacto de la enfermedad en ese grupo poblacional.
El sondeo incluyó a un total de 26 personas en los cinco municipios. De ellas, 8 personas (el 31%) dijeron haber recibido dos dosis; 11 (42%) dijeron haber recibido las dos dosis más el refuerzo y 7 (27%) dijeron no haber recibido ninguna. Sobre estos datos, el estadístico de la Universidad de El Salvador Otoniel Campos comentó: “A nivel descriptivo se acerca a lo real, pero como la muestra no es representativa, no se puede inferir a la población. Para obtener resultados concluyentes sería necesario hacer un estudio con una muestra representativa o que el gobierno difundiera los datos sobre la edad y el municipio de residencia de la población vacunada”.
Aunque algunos la rechazan, la mayoría aceptó vacunarse
Hasta el 25 de marzo, 4.5 millones de salvadoreños habían recibido la primera dosis, 4.2 millones la segunda y 1.5 millones, el refuerzo. El 18 de marzo, el gobierno salvadoreño anunció que habilitaba la aplicación de la segunda dosis de refuerzo (a la que llama cuarta dosis) para toda la población a partir de los 12 años. Una medida que el epidemiólogo Wilfrido Clará, epidemiólogo de salud global, ejerciendo en Estados Unidos, considera precipitada, pues la FDA de Estados Unidos la aprobó solamente para personas mayores de 50 años y en El Salvador aún hay 1.4 millones de salvadoreños que no han recibido la primera dosis. Además, hay varios casos en los que las personas no han sido vacunadas porque así lo han decidido.
VER: Gobierno habilita aplicación de cuarta dosis de vacuna anticovid
Entre estas se encuentra Rosalío Antonio Ama Pinto, de 84 años, otro sobrino de Feliciano Ama que participó en la conmemoración de la masacre indígena de 1932. Él, como otros miembros de la comunidad, considera que la vacuna es “algo que viene de afuera” y por eso la rechaza. Ese rechazo y esa opinión son compartidos por el alcalde del común de Izalco y máxima autoridad reconocida por los indígenas en el municipio, Rafael Latin. Cuando se le pregunta al tata Latin si la comunidad izalqueña indígena ha aceptado o rechazado la vacunación anticovid su respuesta es: “No, aquí no nos hemos vacunado”.
A sus espaldas, otros izalqueños de origen indígena dicen lo contrario. En la misma conmemoración estuvo Tito Orlando Pilía Recinos, nahua pipil de 61 años que dice haber recibido las dos dosis más de la refuerzo e incluso estar vacunado contra la influenza. De ocho personas de este municipio con las que habló El Diario de Hoy, solamente Latin y Ama Pinto dijeron no estar vacunados.
En Cacaopera, las personas consultadas también aseguraron que tienen su esquema completo, y varias de ellas, también la dosis de refuerzo. Esta aceptación podría haber incidido en el bajo número de muertes atribuidas a la covid en este municipio. “Hemos tenido 12 personas reportadas muertas por covid hasta la fecha”, dijo a El Diario de Hoy el alcalde José Lorenzo Argueta Canales el 24 de enero. Mientras que Guatajiagua, el alcalde habla de entre 60 y 80 personas muertas a causa de la covid, en el resto de municipios las alcaldías no proporcionaron este dato.
Otro municipio donde la población indígena ha aceptado la vacuna es Guatajiagua, en el departamento de Morazán. “Aquí todo mundo se ha vacunado, hasta yo”, dice Servelio Vásquez García, uno de los ancianos más respetados de la comunidad. “Hemos pensado en la muerte. El virus no contempla si es lenca o no”, explica.
La aceptación del biológico entre las comunidades indígenas podría ser no solo el resultado de la conciencia de lo letal que es el virus, sino también de décadas de trabajo por llevar los servicios de salud a estas comunidades, además de la transculturización.
En palabras de Mariela Moncada, antropóloga investigadora y consultora de proyectos sociales en El Salvador: “Las comunidades no rechazan la vacunación, puesto que a pesar de que son de origen indígena, la mayoría no se autodeterminan como tales, por lo que el nivel de influencia de un líder indígena es limitado”.
Escepticismo frente a la dosis de refuerzo
En Cacaopera, Morazán, territorio kakawira, se encontró el primer caso en el que un indígena que ha aceptado la vacunación con la primera y la segunda dosis, rechaza la dosis de refuerzo.
Ese es el caso del tata Samuel Márquez, quien con 31 años de edad, se describe como “un tata de la nueva ola”, pero también guardián de las tradiciones de su pueblo. Sobre la vacuna varios kakawiras le han ido a consultar “¿me la pongo o no me la pongo?”. ”Yo les he dicho ‘considérenlo’. No les digo ‘sí’, ni les digo ‘no’”. Aunque él aceptó el pinchazo con la primera y la segunda dosis, Márquez se niega a recibir la de refuerzo, pues la considera “una exageración”.
El escepticismo de Márquez tiene su origen en el hecho de que si ya recibió dos dosis de Sinovac “¿qué sentido tiene combinar al recibir la tercera dosis de otra marca?”. A lo que se refiere es al hecho de que, en El Salvador, se aplica una dosis de refuerzo de las empresas de Pfizer o de AstraZeneca a quienes han recibido dos dosis de Sinovac, de fabricación china.
La duda de Márquez es quizá la misma de miles de salvadoreños que no han acudido a recibir la tercera dosis. Esta reticencia es comprensible, según Clará, pues no ha existido una campaña de vacunación que explique si se trata de una tercera dosis o de una dosis de refuerzo.
“Me han venido a consultar ‘¿me la pongo o no me la pongo?’. Yo les he dicho ‘considérelo’. No les digo ‘sí’, ni les digo ‘no’”.
“Una persona puede convencerse de que ponerse una primera está bien y una segunda, bueno, se va a proteger. Pero si no se les explica bien por qué van a necesitar más, el pensamiento subyacente es ‘bueno, entonces estos están experimentando, entonces
las dos anteriores no funcionaron, ¿para qué me voy a poner algo que ya demostró que no funciona?’”, advierte Clará.
Moncada considera que las personas que han aceptado las primeras dos dosis muestran reticencia a las dosis de refuerzo, porque “no ven motivos claros para ponérsela y, en este caso, la campaña del gobierno no ha sido igual de efectiva, y las personas perciben incongruencias al respecto”.
En El Salvador, poco se ha dicho acerca de que las combinaciones han sido recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, debido a que la inmunidad que proporciona la vacuna no es permanente, sino que disminuye después de los tres a seis meses. Esto no significa que esas dosis no funcionaron o que tengan defectos, simplemente sucede con ellas lo que pasa con cualquier vacuna: los niveles de protección no duran para siempre, disminuyen, aunque no dramáticamente, sobre todo si surgen nuevas variantes. Además, ha habido estudios sobre la combinación de vacunas de virus atenuado (como la Sinovac) con vacunas de ARN mensajero (como la Pfizer), que han demostrado ser seguras y aumentar la protección frente al coronavirus.
Con o sin vacuna, siempre medicina tradicional
En el municipio de Panchimalco, donde uno de los líderes dijo que ahí nadie se había vacunado, El Diario de Hoy encontró lo opuesto. De seis personas entrevistadas, cuatro dijeron haberse vacunado: tres recibieron dos dosis y uno tuvo, además, la dosis de refuerzo.
María Marta Martínez, de 82 años, había recibido dos dosis cuando participó en el cambio de mayordomo de la cofradía del Señor de Esquipulas. Ahí, mientras entre los participantes se repartían huacales de morro con horchata, explicó que cuando se ha sentido enferma, con síntomas similares a los de la covid, se ha curado “con hierbas”.
El uso de la medicina tradicional fue mencionado tanto por quienes aceptaron la vacuna como por quienes la rechazaron. En Nahuizalco, la madre de Reina Martínez, una lideresa joven de la comunidad, no ha recibido la vacuna. Cuando se pregunta la razón, Martínez explica: «Cuando se enferma, ella se cura solo con plantas medicinales, con recetas caseras. Sus papás no la acostumbraron al químico».
Algunas de esas recetas incluyen el jengibre, usado para aliviar la ronquera (afonía) y la tos; la manzanilla, utilizadas en infusiones para aliviar el dolor de garganta; y la chichigua (Solanum mammosum), cuyo aceite es utilizado para tratar la sinusitis.
El médico intensivista y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad Dr. José Matías Delgado de San Salvador, José Gonzaló Batres Baires, advierte: “Muchos productos naturales ayudan a mejorar los síntomas y no están contraindicados. Sin embargo, no significa que curan la enfermedad. Lo importante es estar en contacto con un médico que sepa detectar complicaciones a tiempo”.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su Iniciativa global de reportajes sobre la salud: vacunas e inmunización en América Latina y el Caribe.