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La otra lucha de las cocaleras yungueñas: Derribar los mitos sobre la vacuna contra el papiloma
Antes de salir a trabajar a su chaco, Martina Chino se levanta a las cuatro de la mañana para preparar el desayuno, el almuerzo y hasta cena del día. Termina todos los ajetreos del hogar antes de las seis, cuando aprovecha los primeros rayos del sol para secar las hojas de coca. “Más que un hombre trabajo, planto, cavo la tierra y golpeo (la pala). Los hombres no igualan mi trabajo”, señala y agrega que ese esfuerzo es la clave para sostener la economía de su hogar.
Martina es productora de la “hoja sagrada” y vive en una comunidad de Coroico de los Yungas del departamento de La Paz. Tiene cuatro hijos, todos nacieron en su casa y hoy la mayor tiene 32 años. Una de sus principales preocupaciones –comenta– es la dificultad que hay en su zona para acceder a los servicios básicos de salud, por lo que opta por el consumo de plantas medicinales. Sostiene que sus hijas fueron vacunadas en el colegio contra el Virus de Papiloma Humano (VPH), pero no sabe para qué o cuáles son los beneficios.
Una de sus hijas –que está sentada a su lado y la ayuda a cernir las hojas de coca en un galpón en el mercado de Coroico– confirma que recibió el inoculante en la escuela, pero confiesa que no sabía que era para prevenir el cáncer de cuello uterino. “No nos han explicado”, indica.
Al escuchar sobre esa enfermedad, Martina evoca: “Parece que les da a quienes no trabajan; a los que trabajamos, no”. De inmediato, su hija la regaña: “No es así”.
Las palabras de Martina no hacen referencia a un caso aislado. Al contrario, parecen enmarcarse en una tendencia. Según Paula Cruz, una joven cocalera de una comunidad de Inquisivi, muchas abuelas y madres de las comunidades de los Yungas aún mantienen vivas varias “creencias equivocadas” sobre la vacuna contra el VPH. La situación es diferente en torno a las nuevas generaciones de mamás, que buscan información, se capacitan y dan “luz verde” para que sus niñas reciban la dosis en las escuelas. Así, las más jóvenes van rompiendo los mitos en torno al inoculante.
“Antes no había esas cosas”
Cruz tiene 26 años y tuvo a su primera hija cuando tenía 15. “Muy jovencita me hice de wawa. Allá no hay mucha información”, admite. Cuenta que su niña estudia en La Paz y que ya recibió el inoculante contra el VPH. “Mi hijita ya está vacunada. En la ciudad van a los colegios a vacunar, les dan información”, explica y asegura que en las comunidades de Inquisivi no se habla sobre este tema.
“La mayoría de la gente es de antes, no es mucho de vacunas. Dicen que antes no había. Mi mamá decía: qué es, antes no había esas cosas”, asevera Cruz. Atribuye esa forma de pensar a dos factores: al poco y dificultoso acceso a información (para llegar al centro de salud más cercano los pobladores deben viajar más de una hora), y a los mitos, como el que hace referencia a que supuestamente la vacuna contra el VPH adelanta el inicio de la actividad sexual.
Una muestra de la lucha contra el rechazo a la vacuna es la labor de Iván Sarmiento, licenciado en Enfermería y responsable del Centro de Salud de la comunidad Santa Rosa de Quilo Quilo, que se encuentra a tres horas de Coroico. Sarmiento relata que en los primeros años de la aplicación de la vacuna contra el VPH -se aplica desde el 2018 en el país- el personal de salud tuvo que lidiar con un fuerte rechazo de los comunarios. “Ha sido un trabajo muy arduo, porque llegar a que las mamás acepten la vacuna fue muy complicado”, asegura. “Fue un poco complejo, porque tienen miedo”, agrega.
En algunos casos, según Sarmiento, los pobladores creían de forma equivocada que la vacuna contra la VPH podría producir infertilidad o causar enfermedades. “Siempre hubo ese problema, (piensan) que les puede causar infertilidad o que a lo mejor les va provocar cáncer de matriz”, relata.
A esa situación se sumó que en las escuelas algunos maestros rechazaban la inmunización. “Algunos profesores eran cerrados, no querían que se coloque (la vacuna a las estudiantes)”, narra el funcionario, quien indica que luego de presentar las resoluciones ministeriales, los educadores proporcionaban los datos de las alumnas que tenían la edad para recibir el inoculante.
La vacuna contra el VPH se aplica oficialmente en Bolivia desde 2018. Antes se realizaron estudios piloto para evaluar la aceptabilidad del uso del inoculante y las estrategias de aplicación, según boletines de prensa del Ministerio de Salud. Desde ese año, la vacuna forma parte del Programa Ampliado de Inmunización (PAI). Se aplica generalmente a las niñas de 10 años. Antes se ponían dos dosis, pero desde este 2023 se administra una única dosis a niñas de 10 a 12 años.
Importancia de la vacuna¿Por qué la vacuna contra el VPH es muy importante? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el virus del papiloma humano causa una infección que se transmite por contacto sexual. Si no han sido vacunadas, la mayoría de las personas tendrán una infección por el VPH en algún momento de su vida. El VPH es la infección viral más frecuente del aparato reproductor y es causa de diversos trastornos, tanto en los hombres como en las mujeres, incluidas ciertas lesiones precancerosas que pueden progresar a un cáncer y las verrugas genitales. En las mujeres, la infección persistente por ciertos tipos de VPH específicos (los más frecuentes son el VPH-16 y el VPH-18) puede conducir a lesiones precancerosas que, si no se tratan, pueden progresar a un cáncer cervicouterino. En Bolivia este tipo de cáncer es la principal causa de muerte en mujeres jóvenes.
En la comunidad Santa Rosa de Quilo Quilo viven al menos 2.000 personas y gran parte de dedica a la producción de hoja de coca. Luego de un trabajo arduo de años, el personal del centro de salud consiguió que gran parte de esta comunidad acepte la vacuna contra el VPH. ¿Cómo lo lograron? La coordinación y la comunicación son la clave, asegura Sarmiento.
“Tenemos una gran coordinación con el director central y los subdirectores de las escuelas para que se vayan vacunando. A los papás les explicamos que (la dosis) es para prevenir el cáncer de cuello uterino (…). Gracias a Dios la gente está aceptando”, explica Sarmiento. “Este año hemos vacunado de 37 a 40 niñas, de todos los núcleos educativos, contamos con cinco núcleos educativos y a todos hemos vacunado”, indica y añade que muchos comunarios dan la autorización para inmunizar a sus niñas si es encargado es personal antiguo. “Me dicen: si usted me lo va a pinchar, está bien. Es la confianza que tienen por los años que uno ha trabajado en el lugar”, asegura.
Sarmiento recuerda que el personal de salud recibió capacitación para poner en marcha el plan de inmunización contra el VPH. “Nos han indicado cómo tenemos que ingresar tanto en la comunidad como con los profesores y las niñas, porque de nada sirve explicar a los papás sin tomar en cuenta a las niñas, quienes se podrían revelar. También hay que hablar con los maestros. Si conocen el profesor, el papá y los niños habrá una mejor aceptación de las vacunas”, asegura.
“Hay bastantes mitos”
Mientras revisa algunas fichas e insumos, Verónica Chambi, licenciada en enfermería y responsable del vacunatorio del hospital de Coroico, recibe de rato en rato a papás y mamás que preguntan sobre la aplicación de alguna de las vacunas que forman parte del PAI. Los atiende y en muchos casos procede a inmunizar a los pequeños.
En el caso de la vacuna contra el VPH, Chambi explica que ella y su equipo alistan un plan de trabajo. “Hacemos primero una programación. Recabamos la información sobre cuántas niñas nacidas de 2013 (es decir que tengan 10 años) tenemos en las unidades educativas. Hacemos luego la solicitud de vacunas. Después procedemos a la inmunización previa autorización de los padres, muchos de ellos son susceptibles”, sostiene.
“Algunos padres –asegura Chambi– aceptan y otros rechazan. La mayor parte de la gente rechaza las vacunas, pero se les explica y se les da bastante información en charlas educativas y ferias. A través de esas actividades se procede a la vacunación”.
No es una tarea fácil. Algunos padres de familia se resisten y ponen en conflicto al personal de salud. “Nos dicen: ustedes nos engañan, nos traen otro tipo de virus. Hay bastantes mitos”, comenta y asegura que esto no sólo ocurre con la vacuna contra el VPH. “Dicen que la vacuna contra el Covid los matará y la rechazan”, lamenta.
En las unidades educativas de Coroico y sus comunidades, las brigadas ya vacunaron contra el VPH a 77 niñas de 144 registradas. “Aún nos falta. Seguimos insistiendo y enviando autorizaciones a los padres. Y como se volvió una sola dosis, tenemos todo el año para buscar a estas niñas y lo estamos haciendo. Si hay rechazo, les hacemos firmar un acta”, indica la responsable del vacunatorio. Revela que los hombres son más reacios al inmunizante. “Les aconsejamos a las mamás, pero ellas dicen ‘no’ porque el papá de la niña le va a reñir”, asegura.
La pandemia cobró factura
Según Ericka Chávez, responsable del PAI departamental de La Paz, que depende del SEDES, la campaña de la vacuna contra la VPH se inicia en abril y termina en agosto. Explica que la pandemia cobró factura al plan de inmunización. “Con el encierro llegamos a menos del 50%, por eso este año estamos recuperando a estas niñas y se está vacunando a las que tienen entre 10 y 13 años”, afirma.
Desde el Sedes se informó que no pueden otorgar datos sobre el avance de la vacunación contra el VPH en el departamento de La Paz de este año y de gestiones anteriores. Se explicó que esa información está en manos del Ministerio de Salud.
Para esta investigación se accedió un documento del PAI Nacional que revela que este 2023, pese a que la vacuna contra el VPH se aplica con una dosis única, el avance de inmunización alcanza al 22% en el país.
De acuerdo con el exministro de Salud, Guillermo Cuentas, para mejorar las cifras de vacunación contra el VPH, las autoridades del nivel municipal, departamental y nacional deben hacer una campaña intensa y permanente de información, educación y comunicación, tres componentes clave y diferentes desde el punto de vista comunicacional. “En políticas de salud, la información es importante y los grandes transmisores son los maestros de las escuelas, especialmente en el área rural”, explica.
El segundo componente de educación debe estar a cargo de los funcionarios de salud, quienes deben impartir las ventajas y desventajas de la vacuna. “(Deber haber) una comunicación permanente para que la gente sepa en qué periodo o sitio se están vacunando y en qué periodos”, asegura.
“Para las mujeres, la atención en salud es peor”
Cándida Cayllante divide su tiempo entre las tareas del hogar y la cosecha de la hoja de coca, además debe viajar desde su natal Coripata (Nor Yungas) hasta la ciudad de La Paz, para vender el producto. “Nos levantamos a las 4:00 de la madrugada, hacemos la comida y luego vamos a nuestro chaco. Las mujeres cocaleras somos muy trabajadoras”, dice.
Asegura que pese a ser un motor importante en la producción de la hoja de coca en los Yungas, las mujeres sufren por la falta de una atención en los servicios de salud, en especial a la hora de buscar atención en salud sexual y reproductiva. “Vas un centro de salud y te dicen que no tiene insumos, vas al otro y te dicen que no eres parte de esa jurisdicción. Para las mujeres, la atención es peor”, comenta.
Elsa Cuenta, cocalera de la comunidad de Tocaña de Coroico y de 49 años, fue testigo de la precariedad de los servicios de salud en los Yungas. Un día se enfermó gravemente por un problema de vesícula y buscó atención en la posta sanitaria de su pueblo, pero fue derivada al hospital de Coroico y luego a un establecimiento de salud de la ciudad de La Paz. Esta peregrinación se repite también a la hora de buscar consultas en salud sexual y reproductiva.
Uno de los principales problemas es la falta de ginecólogos, según Cuenta. Y ante esa carencia, muchas mujeres en los Yungas buscan consultas privadas en La Paz y otras abandonan la idea de buscar un especialista.
Cuenta y Cayllante coindicen en que hay muy poca socialización e información sobre el uso de métodos anticonceptivos. Además, en las comunidades se habla muy poco sobre este tema. “No se habla mucho. Tampoco llegan campañas. Cada una se cuida como puede”, dice Cuenta.
Mientras alista los “taques” de hojas de coca e incluso alza los yutes en un galpón del mercado de Coroico, Virginia Quispe relata que también fue golpeada por carencias de los servicios de salud en las comunidades de su pueblo. Sufre un problema de varices y buscó atención privada para acceder a un tratamiento.
Quispe tiene cuatro hijos y no quiere que ellos sufran por la precariedad de los centros de salud en las comunidades yungueñas. “Yo quisiera que construya un hospital de alto nivel en los Yungas para recibir la atención de médicos especialistas, tratamientos y medicamentos”, afirma.
Mujeres a la dirigencia
En los galpones del mercado de Adepcoca (Asociación Departamental de Productores de Coca) –que se encuentra en la zona de Villa Fátima de la urbe de La Paz– las mujeres son las protagonistas y pasan horas y horas entre cernir las hojas de coca, cargar taques y vender el producto. Todas se mueven ágilmente y negocian posibles rebajas con los compradores. La mayoría prefiere no hablar o responde con timidez alguna pregunta.
Según la dirigencia, Adepcoca cuenta con más de 43.000 socios. Esta afiliación está casi a la par entre hombres y mujeres. “Tenemos un número importante de compañeras”, afirma Roly Aguilar, uno de los representantes de esta institución que abarca las provincias Nor Yungas, Sud Yungas y parte de Inquisivi.
La fuerte presencia de las mujeres cocaleras de Adepcoca se hizo evidente en las protestas y marchas que se registraron en los últimos años, entre sus principales demandas estaban el cierre del mercado paralelo de coca y la erradicación del cultivo de la hoja de coca en zonas no autorizadas. En medio de las movilizaciones, los principales dirigentes fueron detenidos y encarcelados.
Con esos problemas, el acceso a los servicios de salud no es un tema debatido o de prioridad para la dirigencia, pese a que los productores de coca sufren dolencias físicas y enfrentan riesgos por el manejo de agroquímicos. ¿Por qué? Aguilar explica que esta organización está más enfocada en el tema institucional, pero su estatuto les da la facultad para que puedan gestionar algún beneficio en el área de salud con algún convenio. Recuerda que organizaron campañas de oftalmología y medicina general.
“En los Yungas se accede con un poco de dificultad al servicio de salud porque aún no se cuenta con centros de salud equipados para tratar distintas enfermedades, por ejemplo, no tenemos especialidades. Pedimos a las autoridades municipales, nacionales y representantes del sector de los Yungas para que puedan gestionar una mejor atención. Vemos que ya se está gestionando algunos hospitales de segundo y tercer nivel, los cuales facilitarán el acceso a la salud”, asevera Aguilar.
Para una productora cocalera -que pidió guardar su nombre en reserva- el tema de salud no es una prioridad para la cúpula de Adepcoca y sospecha que ocurre aquello debido a que la dirigencia sólo está integrada por hombres. Considera que sí se incluiría a mujeres en los altos cargos, ellas trabajarían y lucharían por mejorar el acceso a los servicios básicos de salud. “Nos discriminan. Hubo una dirigente que logró ingresar a la dirigencia, pero armaron peleas y la sacaron. Queremos entrar, pero existe discriminación. No nos dejan, pero entre nosotras ya estamos charlando para que puedan ingresar nuevas lideres”, asegura.
Los nuevos tiempos
Médicos especialistas, medicamentos, ambulancias e información sobre cómo prevenir enfermedades o datos sobre por qué es importante la vacuna contra el VPH, son las demandas que incluiría Julia, cocalera de la comunidad Mercedes del municipio de La Asunta, en un pliego petitorio para mejorar el acceso a los servicios de salud en los Yungas.
Cándida Cayllante y Paula Cruz comparten las demandas de Julia. Coinciden que la información para prevenir enfermedades en especial en temas de salud sexual y reproductiva es clave. Sostienen que en reiteradas ocasiones las mujeres van a los centros de salud para acceder a métodos anticonceptivos, pero les dicen que no llegaron los insumos desde la ciudad. “En el centro hay colgados cuadros que (se refieren) a esos temas, pero nadie te explica”.
En un encuentro en Coroico, Juana Pinedo, ejecutiva de la Federación Departamental de La Paz Bartolina Sisa, es muy requerida por sus compañeras, unas la saludan con mucho respeto y otras se acercan para hacerles preguntas. Asegura que una de sus prioridades es sacar adelante a las mujeres yungueñas y comparte casi de inmediato una de sus preocupaciones: sólo se cuenta con un hospital de segundo nivel para atender a todas las comunidades. “Pediremos apoyo, buscaremos un buen médico para que venga a Coroico, que nos den ítems. En el tema de salud casi no nos dan mucha importancia a nosotros los yungueños”, lamenta.
Oriunda de Coroico, Pinedo sabe que los cambios positivos se consiguen con mucho esfuerzo y años de lucha. Así fue en su vida cuando decidió capacitarse para ser una lideresa y seguir adelante para ser dirigente de su comunidad. Tiene la esperanza que, en el área de salud, las cosas mejorarán para su población, en especial para las mujeres. “Tenemos un médico y es muy bueno, pero le falta equipamiento”, comenta al referirse a la atención del servicio de ginecología.
En los Yungas, según Pinedo, los tiempos están cambiando, ahora las nuevas generaciones de mujeres buscan información para cuidar su salud. “Antes, nosotros las mujeres, hasta yo, teníamos miedo ir y hacernos ver con el médico. Al menos si era (un profesional) hombre era peor, teníamos un poco de miedo, no podíamos acercarnos mucho. Ahora con estas capacitaciones y liderazgo que traemos a los Yungas, las mujeres ya están perdiendo el miedo y van a los médicos (para hacerse una revisión)”, asegura y resalta que un tema muy importante es el examen de Papanicolau.
La joven cocalera Paula Cruz coincide con Pinedo en que las mujeres ya están rompiendo el miedo y asegura que además de buscar capacitaciones, las nuevas generaciones buscan información en internet o se dan modos para preguntar cómo pueden prevenir enfermedades de transmisión sexual y el cáncer de cuello uterino.
Sostiene que muchas familias, como fue su caso y ahora es el de su hijita, mandan a sus hijas a estudiar a la ciudad de La Paz. “En las comunidades existe mucho tabú respecto a los métodos anticonceptivos y enfermedades que se pueden contagiar las mujeres, pero ahora las nuevas generaciones (las que viajan a estudiar a las urbes) reciben más información sobre estos temas”, asegura y reitera que, por eso sin dudarlo dio la autorización para que su niña reciba la vacuna contra el Virus de Papiloma Humano.
Martina Chino también envió a estudiar a sus hijas a otras poblaciones, una de ellas ya concluyó la carrera de Enfermería. “Trabajo sola y hago todo porque yo no quiero que mis hijos sean como yo. Yo no he estudiado”, sostiene. Está convencida de que con una profesión sus retoños podrán acceder a un mejor servicio de salud.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su Iniciativa global de reportajes sobre la salud: vacunas e inmunización en América Latina y el Caribe, en asociación con el Instituto de Vacunas Sabin.
BD/RPU