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Miles de casas están abandonadas en Ciudad Juárez, pero sus vecinos quieren hacerlas revivir
Para los vecinos, las casas vacías son un problema serio. No sólo ensucian el vecindario, sino que atraen a delincuentes y ocupaciones ilegales.Miles de casas están abandonadas en Ciudad Juárez, pero sus vecinos quieren hacerlas revivir
Hace frío, unos tres o cuatro grados Celsius (alrededor de 37 grados Farhenheit). Un grupo de niños está sentado en un rincón de una casa oscura. Acaban de tapar las ventanas con maderas para evitar que entre viento y pintaron de blanco una pared para proyectar una película. Llevan chalecos y gorros para combatir el invierno duro en Ciudad Juárez. Cuando empiezan los dibujos animados, las carcajadas se escuchan hasta afuera. Nadie parece recordar que están en una casa que hasta hace pocas horas estaba abandonada.
Hay un paisaje común en las zonas periféricas de Ciudad Juárez: tierras robadas al desierto regadas de casas populares prefabricadas. Muchas de ellas están vacías, sin puertas ni ventanas. Aquí se las conoce como tapias. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) detalló que hay 115,000 viviendas deshabitadas, es decir, que una cada cuatro casas en Ciudad Juárez está vacía.
La mayoría de las tapias se concentran en zonas residenciales en el suroriente de la ciudad, en vecindarios nuevos y de bajo costo, creados como barrios dormitorios para los trabajadores de las muchas fábricas de la ciudad. En uno de estos barrios, Parajes de San Isidro, la ONG Casa Promoción Juvenil está llevando adelante un proyecto para recuperar las tapias y transformarlas en centros donde los jóvenes puedan ver películas o hacer talleres.
“La percepción de los vecinos al tener al lado una casa así es de riesgo”, dice Antonio Zarate, uno de los promotores del proyecto. Quienes viven alrededor dicen que las casas abandonadas se convierten en tiraderos de basura o se llenan de cucarachas y ratones, transformándose en un problema de salud.
Otro riesgo es la inseguridad. Ciudad Juárez ya no es la ciudad más violenta del mundo, tal como era considerada entre 2008 y 2011, cuando era la capital mundial de homicidios. Sin embargo, los vecindarios periféricos siguen siendo territorios peligrosos, con poca presencia de las fuerzas de seguridad. Los vecinos cuentan que las tapias son usadas para el consumo y la venta de drogas, así como refugios durante secuestros. Dicen también que allí se cometen delitos sexuales.
Además, existe el llamado ‘paracaidismo’: la ocupación ilegal de estas casas por parte de jóvenes o de familias pobres que una vez instalados se conectan ilegalmente a la red eléctrica. En ocasiones esto ha causado incendios, como ocurrió en Parajes de San José en enero, donde una madre murió calcinada junto con sus cinco hijos.
“Nuestra idea es que las tapias se vuelvan en lugares autogestionados, que los mismos vecinos al participar con nosotros tomen el liderazgo del lugar”, dice Zarate.
Casa Promoción Juvenil propuso el programa al observar que una mayoría de la población de estas zonas tiene menos de 29 años y pocos espacios de recreación destinados a ellos. Una vez a la semana se reúnen en un sector diferente del barrio. Después de haber identificado las tapias para recuperar, las limpian, las pintan y las empiezan a usar como base. Organizan partidos de futbol en los espacios alrededor o talleres de rap, malabares y grafiti.
Una de las vecinas que apoya y facilita este proyecto es Guadalupe Rivera. “Vienen los de los otros fraccionamientos o de afuera a querer vandalizar, a querer drogarse. Nosotros aquí constantemente le estamos hablando a la patrulla, porque no queremos que nuestros hijos vean la drogadicción al lado de su casa”, cuenta Rivera. “El proyecto nos ayuda porque tienen entretenidos a nuestros hijos y así no andan en las drogas”.
Ella se mudó a Parajes de San Isidro en 2011, cuando el barrio era todavía nuevo. Esta es su primera casa.
La pagan con mucho esfuerzo desde hace cinco años: son 200 pesos (10 dólares) por semana, un quinto de lo que su marido gana semanalmente en una maquila. Ella decidió quedarse en la casa para cuidar a sus hijos, y de vez en cuando hace dulces y bisutería que vende para reforzar los ingresos.
Les quedan unos 25 años por delante para cancelar la deuda y a Rivera le preocupa que la zona se ha vuelto cada vez más insegura, por lo que muchas familias han empezado a abandonar sus casas. Hace un par de años una vecina suya decidió irse luego de que su marido fuera asesinado. Otros han partido a Estados Unidos o no pueden pagar los créditos y se van.
“Si alguien viene a preguntar si hay casas aquí, yo les digo que agarren una tapia. Porque prefiero que haya una familia y que no esté vacía“, dice. Siguiendo la misma lógica, ahora hay inmobiliarias que venden tapias recuperadas a precios más bajos. Al mismo tiempo, el Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), la agencia estatal de México que otorga créditos inmobiliarios, ha indicado interés en empezar a recuperar las viviendas abandonadas.
Las tapias: un síntoma del auge y la caída de las maquilas
Otra organización que trabaja para recuperar tapias es Tenda di Cristo, de origen italiano. Uno de sus proyectos se enfoca en una zona aún más aislada y peligrosa, Parajes de San José. Ahí intentaron recuperar una tapia que ya era considerada un centro de reunión de los chicos del barrio, quienes la habían llenado de grafiti. Pero la policía la terminó clausurando porque la consideraban un centro de tráfico de drogas.
“Juárez se convirtió en una mina de oro para las constructoras”, dice Antonio Briones González de Tenda di Cristo. “Encontraban terrenos desérticos, y ahí empezaban a construir casas rápidamente. En meses terminaban todo un fraccionamiento”. Pero el crecimiento inmobiliario no venía acompañado por una presencia de las autoridades locales: las colonias no tenían buenas conexiones de transporte público u otros servicios como hospitales.
“Las colonias o los sectores populares se construyeron en función de la industria maquiladora. Es como si fueran guetos”, dice Dirvin García Gutiérrez, de Casa Promoción Juvenil. “Muchas están en zonas de riesgo”. Por ejemplo, El Barreal fue construido sobre una cuenca inundable y se inundó varias veces en la última década.
Las tapias cuentan el auge y caída de Ciudad Juárez en las últimas décadas. Es una historia de desarrollo sin planificación que se intensificó a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigencia en 1994 y cuyo futuro está ahora amenazado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Con la llegada a Ciudad Juárez de las maquiladoras, las fábricas fronterizas donde se producen componentes para grandes marcas extranjeras sin aranceles, fue aumentando la población de la ciudad, con migrantes del sur de México o de Centroamérica en búsqueda de trabajo y mejores oportunidades. Entonces, el desarrollo inmobiliario no tardó en llegar: la ciudad se expandió hacia el desierto, y los trabajadores tuvieron acceso a programas de crédito del estado para comprar viviendas.
“Quedó claro que es Juárez la ciudad seguramente que tiene más problema de vivienda abandonada en el país y que, por lo grave de este problema, se tendrá que hacer un programa especial para poder recuperar vivienda con sentido”, dijo este mes el presidente municipal de Ciudad Juárez, Héctor Armando Cabada Alvídrez.
De hecho, la superficie urbana construida en Ciudad Juárez creció 10 veces más comparado a lo que se incrementó su población, especialmente entre 2005 y 2010. El último censo, de siete años atrás, determinó una población de 1,300,000 habitantes. Sin embargo, la crisis económica que comenzó en 2008 derivó en que muchos trabajadores de maquila perdieran su trabajo y dejaran la ciudad. Lo mismo decidieron otros tantos por la ola de violencia que transformó Juárez en la ciudad más violenta del mundo. De todos modos, pese al abandono, la construcción de viviendas continúa hasta ahora.
La investigación para este artículo fue realizada, en parte, con una beca obtenida por la International Women’s Media Foundation y su iniciativa Adelante.