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Reporting

Sonora: El trabajo más difícil del mundo

March 8, 2022 | Neldy San Martín, Marianne Wasowska & Melissa Del Pozo | Proceso

El colectivo Rastreadoras de Ciudad Obregón es un ejemplo de la lucha de las madres, hijas y hermanas por encontrar a sus familiares desaparecidos. Con un Estado rebasado por la desaparición de personas y fiscalías inoperantes, son las y los familiares quienes tienen que hacer el trabajo de investigación y búsqueda. Las Rastreadoras de Obregón han encontrado a 102 personas, en un municipio que tiene una de las cifras de homicidios dolosos más alta del país. Los costos de este trabajo sobre su salud y su vida, son altos.

CAJEME, Sonora.- Dejan sus palas y varillas de hierro en el piso y hacen un círculo. Se toman de las manos, cierran los ojos y comienzan una oración por los desaparecidos. “Señor, te doy las gracias por permitirnos esta tarde venir de búsqueda. Guía nuestros pasos hacia ellos. Permite padre mío encontrar, llevar uno a casa, Señor. Si no es el mío el de otra mamá, Señor. No permitas que se queden aquí en el abandono, Padre Santo”. “Amén”, un coro repite: “Amén”.

La búsqueda comienza. El paisaje es un enorme terreno baldío. Es un día caluroso de diciembre.

 Las compañeras del colectivo Rastreadoras de Obregón se toman de las manos y rezan antes de cada búsqueda. Foto: Marianne Wasowska

Norma busca a su hijo desaparecido hace siete años en Villa Juárez, su nombre es Jonathan. Desde hace cuatro años, Eva busca al suyo, Eric. A los 22 años, Karla ya es una rastreadora por su hermano, Enrique, a quien no volvió a ver desde el 21 de agosto de 2019. Rosa intenta encontrar a su hermano Ramón, desaparecido el 27 de marzo del 2019. Su hermana Carmen, también era rastreadora, se murió buscándolo.

Ellas son madres, hermanas e hijas de desaparecidos que forman parte del colectivo Rastreadoras de Ciudad Obregón, Sonora. No solo buscan a sus desaparecidos sino a los de todas. En México se estima que desde 1964 a la fecha hay 98 mil 325 personas desaparecidas y no localizadas, de acuerdo con el Sistema Nacional de Búsqueda.

Con un Estado rebasado por la desaparición de personas y fiscalías inoperantes, son los familiares quienes con sus propias manos buscan a los desaparecidos en el país.

Aunque las autoridades dedicaran esfuerzos para buscar a las personas desaparecidas, ellas igual habrían salido a hacerlo. Es su derecho. Pero también implica un enorme trabajo para ellas, un trabajo que está normalizado. Cuando alguien desaparece, la sociedad espera que sean las madres quienes salgan a buscar.

 El colectivo de Rastreadoras de Obregón ha encontrado a 102 personas durante sus búsquedas. Foto: Marianne Wasowska

Desde su conformación, el 12 de mayo de 2019, hasta diciembre de 2021, el colectivo Rastreadoras de Obregón había desenterrado a 102 personas solo en el pequeño municipio de Cajeme, que con solo 436 mil 484 habitantes tiene la cuarta cifra de homicidios dolosos más alta del país, detrás de Tijuana, Baja California; Ciudad Juárez, Chihuahua, y León, Guanajuato.

Josefina Arroyo encontró a su sobrina Cindy de 22 años en 2019. Pero su búsqueda no termina hasta que localicen a los hijos y hermanos de todas sus compañeras rastreadoras.

“Hice una promesa a mis compañeras de que yo iba a seguir en la lucha hasta que ellas encuentren a los de ellas”, asegura “Jose”, como le dicen de cariño.
“Si nosotras no los buscamos nadie nos lo va a entregar. Como hemos dicho ahí en la fiscalía: Si no salimos nosotras a buscarlos ¿Quién va a venir a tocarnos a la puerta de la casa y a decirnos aquí está tu hijo? Nadie”, reprocha.

 Josefina Arroyo encontró a su sobrina Cindy en 2019, pero sigue siendo una rastreadora. Foto: Marianne Wasowska

Promesa cumplida

Jose cree en el destino: el primer día que se unió a una gran expedición para hallar fosas clandestinas en Cajeme encontró a su sobrina, hija de su hermano, a cinco meses de su desaparición.

El 13 de abril de 2019 fue al predio Campo 30, del ejido Francisco I. Madero, porque supo que el colectivo Guerreras Buscadoras de Sonora estaba encontrando decenas de cuerpos sembrados en la tierra. Jose recuerda que en ese lugar hallaron 52 cuerpos.

Caminaba sobre el terreno siguiendo a otras mujeres con más experiencia en las búsquedas cuando se le hundió el pie. “Creo que aquí hay algo”, les dijo. Marité Valadez Kinijara, fundadora de Guerreras Buscadoras, metió una varilla en la tierra y tronó. Comenzaron a escarbar y encontraron el primer cuerpo. Era de Nayeli, la amiga de Cindy, con quien desapareció. Debajo de una estaba la otra.

En ese momento no tenía la certeza de haber encontrado a su sobrina, la muchacha estaba boca abajo y el cuerpo estaba descompuesto. Pero su intuición le decía que era ella. “Algo me decía que sí era, porque me entró una tristeza, me entró una desesperación por tocar esa muchacha y no despegarme de ella”, cuenta Jose.
Aunque la primera prueba de ADN no coincidió se aferró a la idea de que era Cindy. Hizo una huelga afuera del Servicio Médico Forense hasta que logró que le realizaran una prueba directa. Así confirmó que era ella. Después de un año y medio pudo darle sepultura.

 Cindy desapareció cuando estaba con una amiga a finales de 2018. Foto: Marianne Wasowska

“Cindy era como mi hija”, dice Jose.

Ella guarda como un tesoro los huaraches con pedrería que usó el día que desapareció. También su anillo favorito. Tiene una cajita con varios recuerdos: una pinza para el cabello, un arete y un broche.

Desde que encontró a Cindy, uno de los objetos más valiosos que tiene es su uniforme de rastreadora que en la espalda tiene bordada la frase “Promesa Cumplida”.

“Tú que sabes, dile dónde estoy”

A veces una llamada anónima, un mensaje sin remitente, una pista de alguien que sabe dónde están, es clave para que una madre descanse.

Nora Lira, líder del colectivo, llevaba buscando dos años a su hija Fernanda, desde que desapareció el 2 de octubre de 2018. Desesperada después de buscarla por todos lados, un día escribió en la cuenta de Facebook de su hija: “Esta vez no escribo yo, esta vez escribe mi madre. Tú que sabes dónde estoy, dile a ella para que descanse”.

 Nora Lira es líder del colectivo Rastreadoras de Ciudad Obregón. Foto: Marianne Wasowska

Recibió una llamada anónima. Le dijeron que le podían indicar el lugar exacto en el que se encontraba Fernanda. Le hicieron un croquis. Fue a Bácum al sitio donde le dijeron, pero no la encontró.

“Necesito que me traigas, porque no voy a dar, está muy difícil”, le dijo Nora en una segunda llamada. La fuente anónima aceptó.

Nora no quería hacerse ilusiones, muchas veces se había regresado a casa con el corazón roto por no dar con ella.

Después de media hora, una de sus compañeras encontró una fosa, metió la varilla y se fue hacia abajo. Otra de sus compañeras enterró la pala y sacó una costilla.
“Entonces se voltean a ver ellas dos, recuerdo que se voltean a ver y me preguntan: ¿cómo era la blusa? Era roja, de flores… en un segundo brinqué, estaba ahí y veo la blusa de Fernanda, sabía que era ella”, recuerda.

“Tu mamá llegó por ti, ya nos vamos”, le dijo a su hija, a quien encontró justo en el segundo aniversario de su desaparición, el 2 de octubre de 2020.

 Las madres rastreadoras han aprendido a buscar a sus familiares con palas y picos de metal. Foto: Marianne Wasowska

Rastrear con métodos propios

El 4 de diciembre de 2021, Nora celebró el bautizo de su pequeño hijo de tres años, a quien también llamó Fernando.

No había podido bautizar a su hijo por el confinamiento por la pandemia de Covid-19. Era sábado. Hizo una misa con la familia más allegada y luego fueron a comer unos cortes de carne a un restaurante.

Ese día celebró la vida, pero dos días después ya estaba en otra búsqueda. Nora encarga a Fernando con su mamá para poder ir. Divide su tiempo entre el trabajo en una oficina, su familia y el colectivo.

Es 6 de diciembre, las Rastreadoras se citaron en la oficina de atención ciudadana que abrieron para ayudar a otras familias. El espacio es pequeño, apenas tiene un escritorio, una computadora y algunas sillas. En el baño guardan sus herramientas de búsqueda. Desde ahí arman sus planes de trabajo, reciben reportes de personas no localizadas y buscan apoyos económicos para seguir con su labor.

En mayo pasado, Nora grabó un video para pedirle al boxeador Saúl “Canelo” Álvarez una camioneta para que las mujeres del colectivo puedan trasladarse a las búsquedas. Ella había leído sobre su participación altruista a favor de niños enfermos de cáncer y que mucha gente le escribía para pedirle ayuda. El video se hizo viral, pero el “Canelo” nunca respondió.

Nora dice que tienen que recurrir a la sociedad civil porque las autoridades no las apoyan. A veces no tienen ni para la gasolina. “Nos hemos acercado pidiendo que nos presten para las salidas, que nos movilicen y no lo hacen. No entiendo qué quieren las autoridades. No entiendo si necesitamos ver que al presidente o al gobernador les desaparecen a un hijo para que puedan comprendernos”, reclama.

También tienen miedo. Hacen un trabajo de riesgo. Aprovechan cualquier cámara o micrófono para enviar un mensaje: no les interesa saber quién fue ni por qué, solo quieren encontrar a los suyos.

Siempre piden que les manden vigilancia a las búsquedas, al menos una patrulla. Pero no se detienen cuando ni un policía las acompaña.

Hace algunos meses obtuvieron información de que tenían que ir a buscar en un predio a las afueras de Ciudad Obregón. Ahí encontraron dos cuerpos quemados. Ahora van al terreno de enfrente pues sospechan que también podría ser usado como cementerio clandestino. Aunque al final del día no encuentran nada.

Ellas han identificado que los criminales están recurriendo a nuevas formas para desaparecer a las personas, recientemente las están calcinando. Algunas veces han hallado fosas tapadas con cemento. Ya no solo esconden los cuerpos en los terrenos baldíos, también han visto que los entierran en los patios de las casas o entre las paredes.

 Los familiares de los desaparecidos han tenido que aprender a buscar con sus propios métodos y medios. Foto: Marianne Wasowska

Desde la década de los 70 durante la Guerra Sucia, los familiares de los desaparecidos han tenido que aprender a buscar con sus propios métodos y medios. Las Rastreadoras de Obregón aprendieron técnicas de búsqueda de otras mujeres buscadoras y ahora ellas enseñan a mujeres del pueblo yaqui, luego de la desaparición de 10 integrantes de la tribu el 14 de julio de 2021.

Un método empleado por los colectivos en toda la geografía mexicana es que entierran una varilla de metal en la tierra y si al salir expide el olor de un cuerpo en descomposición, entonces comienzan a escarbar.

“Siempre nos guiamos por el olfato, el aroma es muy fuerte, es un aroma que te persigue. Como que de alguna manera ellos se hacen notar que están ahí”, explica Jose mientras mete la varilla en un pedazo de terreno.

Las secuelas

En cada búsqueda las acompañan sentimientos de dolor y esperanza. Cuando alguien desaparece una familia se quiebra. Ellas buscan a sus familiares como si se tratara de piezas de sí mismas. Ante la ausencia de su familiar, estas mujeres recorren todo el municipio, lo bordean, lo escarban, para tener el duelo al que fueron imposibilitadas por la desaparición.

 Compañeras del colectivo se abrazan cuando encuentran a una persona desaparecida. Foto: Marianne Wasowska

Norma dice que desde que desapareció su hijo Jonathan en Villa Juárez, a donde había ido a trabajar en el campo, se siente como si estuviera “muerta en vida”.
“Porque reímos y todo, pero nos dejaron vacías sin ellos. No nos dieron la oportunidad de despedirnos. Como cualquier persona o ser humano que necesita y merece tener su entierro”, dice Norma.

“Emocionalmente nos estamos acabando. Vivimos porque tenemos que vivir, porque tenemos más hijos, nietos, pero se nos quita el entusiasmo de vivir”, sigue.
Ella llegó al colectivo hace un año, después de buscar a su hijo en cárceles, hospitales y donde fuera. Como Rastradora ha visto que algunas de sus compañeras han encontrado a sus hijos.

 Eva no puede quedarse en casa, tiene que salir a buscar a su hijo Eric. Foto: Marianne Wasowska

Eva, mamá de Eric, ha dado con varias personas. Encontró al hijo de su compañera, Ceci, pero todavía no encuentra al suyo.

Sufre de asma y ha empeorado, la tierra y el polvo de las excavaciones agravan los síntomas. “Pero igual así me vengo. Me quedo en casa y no sé quedarme en casa. Tengo que salir a buscarlo”, dice.

En medio de paisajes de horror, donde si no encuentran una fosa clandestina, encuentran amarres o perros muertos, Rosa Gutiérrez Contreras siempre intenta hacer reír a sus compañeras, a veces se pone a bailar o les hace bromas. “Yo quiero quitarles tantita tristeza a las plebes”, confiesa.

 La rastreadora Rosa Gutiérrez busca a su hermano Ramón. Foto: Marianne Wasowska

Busca a su hermano Ramón, el más chico de cinco hermanos. Es su consentido. No descansará hasta encontrarlo. Sus hijos le han pedido que pare, le dicen que al rato la van a tener que salir a buscar a ella.

“Pero cuando lo voy a dejar… sueño a mi hermano y siento que no lo puedo abandonar. No lo voy a abandonar hasta encontrarlo y traérselo a sus hijas, tiene dos niñas”, dice Rosa.

Las niñas piden un deseo en sus cumpleaños: que su papá vuelva. También hacen videos de TikTok pidiendo que regrese.

Rosa perdió a su hermana Carmen el 13 de septiembre del 2021. Sufría depresión por no encontrar a Ramón. Murió de “rickettsia”, una enfermedad producida por garrapatas. Rosa cree que la agarró en el monte, en una búsqueda.

 Ramón desapareció el 19 de marzo de 2019. Foto: Marianne Wasowska

Luchar hasta el final

El 9 de agosto de 2021, la pandemia por el Covid-19 le quitó a Jose una de sus hijas, Reina, y la dejó al cuidado de sus dos nietas de 15 y 16 años.

Jose todavía no se recuperaba del dolor de perder a Cindy cuando murió Reina. En medio del duelo tuvo que levantarse para criar a las dos adolescentes.

“No estaba preparada, ni capacitada, para tener unas niñas adolescentes, con otros modos, con creencias más liberales y yo soy más hogareña”, opina.

Es abuela de siete niños y bisabuela de dos, y durante meses tuvo que ser otra vez madre de adolescentes. Las inscribió en la preparatoria abierta y las pensaba meter a la escuela. Las niñas querían estar con su abuela, pero el papá se las quitó.

“Él las abandonó desde muy chiquitas, desde que se separaron ellos. Nunca las ayudó, nunca estuvo con ellas”, contó Jose antes de que la amenaza se cumpliera y el padre fuera por ellas.

Durante años Jose vivió sola, pero ahora tiene en casa a uno de sus hijos, quien se está haciendo cargo de los gastos. Él la apoya para que siga adelante. Ella solía trabajar como empleada doméstica, pero en los últimos meses ha tenido que priorizar su salud, pues se ha visto mermada. Recientemente le detectaron diabetes.
Pese a la enfermedad, Jose quiere seguir en las búsquedas, tiene la promesa de luchar hasta el final junto con sus compañeras y siente que tiene una deuda pendiente: encontrar los pies de Cindy.

 Los guaraches que Cindy usó por la mañana antes de su desaparición. Foto: Marianne Wasowska

Cuando la halló en el Campo 30 vio que el cuerpo no tenía pies, pero en el Semefo le entregaron unas piernas como si fueran de ella. Jose sepultó todo lo que le dieron.

“A lo mejor la mamá de esa muchachita anda buscando las piernas de su hija y yo ando buscando los pies de la mía, entonces ahí se quedaron con ella, pero no me la entregaron completa”, lamenta.

Jose ha soñado a Cindy buscando sus pies.

“Eso es lo que quiero, ayudarla a encontrarlos”, dice.

TEXTO
NELDY SAN MARTÍN

VIDEO
MELISSA DEL POZO

FOTO
MARIANNE WASOWSKA

ILUSTRACIONES
JENNIFER MUÑOZ

AGRADECIMIENTOS A
JOSEFINA, NORA, ROSA, KARLA, EVA, NORMA, Y A TODAS LAS RASTREADORAS DE CIUDAD OBREGÓN.

Este trabajo fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte del Fondo Howard G Buffett para Mujeres Periodistas.

About the Authors

Neldy San Martín

Neldy San Martín is a mexican reporter at Proceso magazine since 2019. A few months ago she coordinated the special edition of feminism in the magazine “La Revolución de las… Read More.


Marianne Wasowska

Marianne Wasowska (b. 1988, Paris) is photographer and visual artist. She graduated in anthropology from Paris X University (Nanterre, France) and then attended the Photography School (ENSP) of Arles (France).… Read More.


Melissa Del Pozo

Melissa Del Pozo is a reporter and producer with a background in various media. Her work focuses on the investigation and development of stories that transcend a daily news report… Read More.

Original Publication
Proceso
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