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Testigos de la Guerra: Hubo días de horror
Durante la guerra civil de Guatemala una base militar del norte del país se convirtió en un centro de tortura y cementerio clandestino que resume 36 años de represión contra miembros de comunidades indígenas, estudiantes y activistas. En medio de la barbarie las víctimas se fueron encontrando y trabajaron juntas. Tres décadas después, sus esfuerzos, que empezaron como una medida de sobrevivencia, se han convertido en la base para construir los casos legales contra los criminales responsables del dolor.

Blanca Rosa Quiroa, madre de Oscar David Hernández desaparecido por las fuerzas de seguridad de Guatemala durante el conflicto civil.

San Lucas Chiacal, Alta Verapaz, Guatemala. Las comunidades maya poqomchi de la zona sufrieron años de violencia por parte del ejército guatemalteco, las policías comunitarias y la guerrilla.

Avelino Cal, maya poqomchí originario de San Lucas Chiacal. Su padre y hermana menor fueron detenidos por el ejército a principios de los años 80, sus restos fueron recuperados de la base Creompaz.

Isabela Calgue y Gladis Marilú, su nieta de 6 años.

San Lucas Chiacal, municipio rural de Alta Verapaz, está poblado principalmente por indígenas poqomchi, una de las 23 etnias mayas del país. El 76 por ciento de sus habitantes viven bajo el nivel de pobreza.

Retratos de desaparecidos en las oficinas de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Guatemala en la capital del país.