En el Salvador las mujeres nos contaron como en el monte los bebés morían de hambre o asfixiados al pecho de sus madres en un intento desesperado de huir de los militares que los persegúian. Nos contaron como escucharon a sus padres y hermanos ser torturados, nos contaron cómo se vive más de 20 años con el peso invisible de un desaparecido sobre la espalda. Pero sobre todo, nos contaron el dolor y el daño que causa el silencio, no poder contar estas historias ni siquiera en un espacio seguro como la familia.
Por eso enfocamos nuestro trabajo de estas dos semanas en escuchar los relatos, miedos y recuerdos de aquellos que por años los han guardado como secretos. De alguna forma queremos que nestro trabajo sirva para unir las historias anónimas de la guerra con sus protagonistas, que los lectores y usuarios escuchen sus voz y conozcan sus rostros.
En estos retratos aparecen las víctimas y sobrevivientes de la guerra que, si no nos esforzamos más por registrar y contar sus historias, se convertirán también en los últimos testigos.
– Ximena