Enfocar la mirada

Soy mujer, joven, cis-hetero, mestiza, centroamericana, capitalina, clase media. Mis prerrogativas y desventajas se fueron revelando conforme iba colocando puntitos en el mapa de opresiones y privilegios proyectado en la pantalla de mi computadora. 

Esas marcas iban dibujando mi posición en un sistema desigual donde las personas estamos categorizadas por motivos biológicos, sociales y culturales. 

Esos motivos, esas condiciones que se expresan de manera distinta y compleja en cada quien, son el bagaje con el que enfrentamos la vida y a los demás; y que también definen cómo los demás nos leen en determinadas circunstancias. 

Las y los periodistas no deberíamos olvidar esto cuando nos adentramos en las historias de otres. Esto ya lo sabía, pero lo descubrí durante una clase con el abogado Christian Gruenberg, como parte del curso Periodismo Más Incluyente,de la IWMF. 

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¿Les ha pasado que hay conceptos que mantienen archivados en algún cajón de su mente, guardados quizá desde mucho tiempo atrás, de alguna clase que no cuajó del todo, alguna conversación que escucharon distraídas o una mención en un libro que no tuvieron la diligencia de subrayar; y que de repente, gracias a otro estímulo, ese concepto difuso, esa idea poco delineada, toma claridad, toma forma dentro de la realidad, y es como si les hubiera desbloqueado una parte de su cerebro que estaba adormecida? 

¿No? 

Bueno, no importa, pero a mí me pasó con el concepto “interseccionalidad”.

Sinceramente no recuerdo bien el tema específico del cual Gruenberg estaba hablando, solo sé que partimos discutiendo sobre el acoso laboral como una violencia basada en el género.

Lo que sí quedó grabado en mi memoria es que, en algún momento de la clase, nos pidió buscar en google imágenes sobre acoso laboral y que describiéramos lo que ahí veíamos: ¿quiénes estaban representadas como víctimas del acoso?,¿quiénes eran los victimarios?, ¿en qué espacio ocurría la agresión?

En la pantalla, aparecieron decenas de imágenes de mujeres blancas, jóvenes, delgadas, siendo atormentadas por el jefe o el compañero, probablemente alguien por encima de su jerarquía, con características similares. El acoso ocurría siempre en una oficina y siempre de un hombre hacia una mujer. 

Lo que Gruenberg nos quería decir estaba claro. La narrativa predominante sobre el acoso laboral ha construido arquetipos de víctima y victimario que excluyen a la mayoría de personas que están expuestas a ese tipo de violencia. 

¿Acaso las personas que están fuera del estereotipo de belleza occidental no pueden ser víctimas de acoso?, ¿el acoso laboral no puede ocurrir fuera de las oficinas?, ¿en un mercado, en la Policía, en una maquila?, ¿qué pasa con las relaciones fuera del espectro heterosexual y las personas no cisgénero?, ¿son inmunes a estas situaciones? 

Si repetimos la búsqueda en Google para otro tipo de violencias de género, podríamos plantear las mismas preguntas. 

Pero no solo es Google. Las representaciones que los periodistas hacemos de estas violencias también responde a esa narrativa limitada y manchada de privilegio que pocas veces cuestionamos en las salas de redacción. Y al replicar esa narrativa también estamos replicando una imagen difusa e incompleta de la realidad. 

Gruenberg, además, nos retó a ir más allá (bueno, en realidad, a ir “más acá”) a mirar dentro de las redacciones y pensar si hemos experimentado o presenciado actos de acoso o violencia de género que no hemos identificado, y sobre las que no hemos actuado,  porque nuestra conciencia de las mismas también responde a esta visión unidimensional de ellas. 

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Así que ahí estaba yo, frente a la computadora, pintando puntitos en el mapa de privilegios y opresiones que Gruenberg nos compartía por la pantalla, y pensando cómo la teoría de la interseccionalidad es una herramienta que deberíamos llevar en la navaja suiza de todas y todos los periodistas.

Vendría siendo como una lupa que nos permite enfocar la mirada y ver los bordes más opacos en las realidades que contamos y que vivimos todos los días. Quizá entonces veríamos que hemos estado narrando los hechos a medias y por encima de lo importante. 

 

“Un medio feminista NO es publicar ‘cosas de mujeres’, es una práctica y una ética interna y externa: interna en la cultura de trabajo para crear una atmósfera laboral segura y de auto empoderamiento, y externa al poner en práctica el posicionamiento de los temas de género y desigualdad como hechos de interés universal