Colaboro con la IWMF desde el año 2017. He sido facilitador para mujeres periodistas en los proyectos que la organización desarrolla en El Salvador. Mujeres de distintas partes del mundo, que se sumergieron en nuestras comunidades y que han puesto su empeño para contar las historias que envuelven a la sociedad que habita este país convulso, plagado de impunidad, violencia y falta de memoria histórica. Esta experiencia ha sido una ventana enorme para generar espacios y expandir la mirada con una sola finalidad: hacer mejor periodismo. Realizar este oficio con la convicción de servir y dar voz a los que más necesitan ser escuchados.
Ser becario de ¡Exprésate! Iniciativa de los derechos humanos de las mujeres y las comunidades LGBTIQ+, me ha enseñado a entender mucho más a las minorías y a los grupos que, históricamente han sufrido los atropellos y las injusticias de quienes ejercen el poder o quienes creen tenerlo. Mis años de infancia y mi juventud fueron marcados por una sociedad gobernada por los prejuicios, la burla y el desprecio hacia las comunidades indígenas y, sobre todo, hacia las comunidades LGBTIQ+. El periodismo y este programa me enseñaron una historia distinta a la que se comulga en pueblos del interior del país, donde los señalamientos, la burla y la homofobia son comportamientos sistemáticos que se transmiten de generación en generación, y que también han sido reforzadas por el fundamentalismo religioso. Con el paso del tiempo, me genera más efectos entender las luchas de las comunidades LGBTIQ+, que pese a las injusticias, la discriminación y las amenazas, realizan un trabajo inagotable para obtener los derechos que la historia les ha negado.
Debemos entender que las minorías también tienen sus propias reglas, y que, como periodistas tenemos la obligación de entenderlas para contar una versión honesta de sus historias. Una versión real, con un trato digno, humano y justo y con todas las aristas éticas que sugiere el manual del periodismo para retratar a cualquiera de nuestros personajes. Nuestro oficio también tiene la obligación moral de abandonar su propia caverna y detener la mirada en las poblaciones más vulnerables, que por años han vivido en la orfandad institucional. Nuestro trabajo y nuestra denuncia pueden ser un buen principio, una chispa que nos ayude alumbrar el camino para que el mundo sea cada vez más normal para todos.