A finales de 2020 un psicólogo me dijo que no entendía por qué algunos periodistas hablaban de la adrenalina para explicar por qué tenían la necesidad de estar al frente en situaciones de riesgo.
Mientras debatíamos sobre el tema logré identificar varias ocasiones en las que entré a cárceles o tuve contacto con alguna persona vinculada a estructuras criminales sin tener un adecuado plan de seguridad. Ingenuidad, falta de capacitación, osadía, imprudencia, presión laboral, puedo mencionar varias palabras para justificar por qué no pensé en protegerme antes de cumplir con mi trabajo.
En los últimos cinco años participé en varias charlas en las que aprendí de la importancia de planear una cobertura más allá del objetivo noticioso y tomar medidas de precaución para estar a salvo y evitar ponerme en riesgo.
Nada de esto lo enseñan en la universidad ni es una charla obligada en todas las redacciones, en especial en aquellas en donde, más allá de la lógica, lo importante es lograr la nota.
Me alegra saber que los tiempos cambian, que la información se globaliza y que organizaciones como la IWMF tratan de cambiar el mundo al capacitar a periodistas y enseñar cuán importante es hablar de la seguridad personal antes de salir a cualquier trabajo de campo.
En los últimos meses de 2020, en medio de una pandemia, la IWMF becó a un grupo de guatemaltecos y salvadoreños para que aprendiéramos de periodismo más incluyente. Tuvimos charlas sobre patriarcado, género, violencia contra la mujer, derechos de las personas LGTBI, y también nos hablaron de seguridad digital y de cómo reportear bajo medidas de seguridad personal, en especial durante la emergencia sanitaria.
Estos talleres me hicieron recordar la importancia de cuidarme, de cuidarnos en nuestras redacciones, de hacer un trabajo mejor planeado. Los periodistas somos humanos, tenemos familias, gente que depende de nosotros, que nos quieren y a los que queremos. Somos personas que vivimos de buscar historias y nuestra profesión es cada vez más necesitada en países en donde todo el tiempo hay eventos noticiosos.
Sé que en muchas ocasiones tenemos que estar en primera fila para informar, pero también estoy convencida de que debemos planear mejor esas coberturas. Tener un protocolo de monitoreo con alguien, definir qué tan seguido tendremos comunicación con esa persona, qué medios de comunicación usaremos con nuestro contacto, decidir qué información de nuestro itinerario le daremos y si involucraremos a la familia. Planear contingencias, analizar los riesgos o peligros naturales del lugar en donde haremos el trabajo, conocer bien el perfil de la persona entrevistada.
Tener un botiquín, presupuestar pruebas de coronavirus, de preferencia, antes y después de coberturas en donde tengamos contacto con varias personas, y pensar en medidas de aislamiento al volver a casa cuando convivimos con otras personas.
No podemos advertir que una situación saldrá de control, pero a través de la experiencia y la planificación podemos establecer medidas para estar a salvo.
Ojalá podamos hablar más de seguridad personal en el periodismo, en las aulas universitarias, en las redacciones. Esta es una conversación con los y las colegas con las que trabajo.