Miedo es la perturbación del ánimo por un riesgo imaginario o real. Esta definición que explica claramente ese sentimiento de angustia y aprensión es una herramienta que en la actualidad moviliza a grupos sociales para la defensa y protección de sus propios intereses.
El miedo a una posible invasión suscita el éxodo de pueblos enteros y reaviva el ánimo belicista de ejércitos completos. La posible extinción de especies animales provoca la organización de foros y centros de estudios, la posibilidad del desabastecimiento de combustible anima a los científicos a buscar nuevos mecanismos generadores de energía. El miedo sin duda es un motor.
Este miedo que previene a muchos sobre lo que puede pasar, esta siendo utilizado para perturbar a varios grupos sociales de lo que llaman una lucha cultural por los valores de la sociedad occidental. El enemigo a detener no existe en la realidad, se mueve solo en la posibilidad del futuro, del imaginario de lo dejará de existir si no logran detener el avance de la “ ideología de género”.
Esa aplanadora ideológica que busca destruir el concepto de familia, según estos profetas de calamidades, tiene cien cabezas que convenientemente puede abarcar desde el uso de pronombres hasta el debate sobre las personas trans en competencias olímpicas, pasando por el derecho a decidir sobre el cuerpo de las mujeres. Un galimatías de causas que francamente causa temor en las consciencias poco preparadas para esos debates.
En el calor de estos tiempos, la pregunta que queda en el aire es ¿Cómo podemos informar cuando el miedo es el factor común?
Las audiencias muchas veces se encuentran predispuestas por este miedo irracional y los juicios sesgados están al orden del día. El ambiente enrarecido de la desinformación y el pavor solo puede atenuarse con los relatos y las voces sinceras de aquellos que son pintados como enemigos del sistema.
La lucha por la identidad de Heidi, una mujer trans guatemalteca, lejos de ser una amenaza a masculinidad, es una batalla por ser visibilizada como persona que merece dignidad y respeto. Las historias de las diferentes formas de familia sirven como puente para empatizar con todas aquellas personas que mantienen un núcleo familiar y que aman a sus seres queridos, al margen de quienes integran ese círculo.
Las discusiones, acaloradas o no, sobre el lenguaje incluyente, deben verse como esa discusión necesaria y normal sobre la evolución de la lengua. Claro que dejar atrás el miedo no es algo que se logra de la noche a la mañana, pero sin duda es una batalla que se puede liderar con ternura, apertura y sobre todo mucha humanidad.
Encontrar esos elementos en común, contextualizar los relatos, priorizar la humanidad de las luchas diarias, son elementos que podré utilizar de ahora en adelante y que aprendí durante el programa ¡Exprésate! De la International Women’s Media Foundation. Una oportunidad que me alejó de los miedos y me acercó a la calidez humana de los verdaderos protagonistas de los relatos. Empatía en vez de recelo.