Los medios ante los dilemas de representación e inclusión

 

Gran parte de lo que sabemos sobre el mundo, lo sabemos gracias al periodismo. También podemos afirmar que gran parte de lo que no sabemos obedece a los medios que leemos. En esa capacidad del periodismo, de decidir qué se muestra y qué no, yace gran parte de su impacto social. Y fue a través de la posibilidad de ver en medios a una persona como yo, o de encontrar información con la que me identificaba, que fui dimensionando ese “poder ser” como una responsabilidad. 

Esto no lo digo solo yo como hombre gay, sino lo he escuchado de personas cuya identidad no era “la norma”. Lo he leído en los relatos de caricaturistas afro, reporteras negras, académicas indígenas y otras personas que no vieron en los medios personas como ellas. El relato diverso de la humanidad muchas veces no cabe en las páginas de los medios. 

Encontrar información adecuada sobre la orientación sexual me informó sobre temas que tenían un impacto directo sobre mí, y además me permitió reconocerme como persona. En su momento, llegué a esa información adecuada a través del internet y la encontré solo en inglés: en español, y en mi país, estos temas eran tabú. Y sucedió así con otros temas, de esos que te explican más sobre el mundo y te informan sobre tu lugar en él. Cuando el periodismo no me representa, pero me lleva a conocer lo que otras personas experimentan, engloba el acto de empatía constante y abarcadora que leer medios de comunicación debería suponer.

Hoy en día, ese privilegio de periodista, de ir describiendo y explicando el mundo, debe tomarse con responsabilidad en cuanto a la distribución de esa atención. Balancear el poder narrativo en la cobertura es una de las complejas tareas en el ejercicio periodístico de un mundo hiperconectado, en el que el poder narrativo está en una constante lucha, no solo por “la verdad” sino por entender desde dónde se cuenta este acercamiento a los hechos.

En el espectro amplio de la identidad y la representación, siempre existen narrativas que se imponen sobre otras, y una de ellas ha sido la norma heterosexual y cisgénero: que todas las personas en el mundo se identifican con el sexo que les fue asignado al nacer, o que todas las personas se sientan atraídas física y emocionalmente al sexo opuesto. Con los años e infinidad de reportajes, entrevistas, crónicas y segmentos, la sociedad ha entendido junto con los medios que este paradigma falla en presentar a las personas que habitamos este mundo. 

En cada curso que doy sobre las personas LGBTIQ+, la primera clase consiste en un brinco intelectual. Implica saltarnos las etiquetas que conocemos, para pasar a entender la identidad como un espectro y cuatro de sus ejes en función de los cuerpos y nuestras relación con ellos:  el sexo asignado al nacer, la identidad de género, la orientación sexual y la expresión de género. Este ejercicio de brindar información, que rompe mitos y clarifica dudas, nos obliga a contextualizar cómo en cada uno de estos ejes se le ha dado el poder narrativo predominante solo a una población y se ha excluido al resto. 

Cada oportunidad de contar una historia, o explicar un problema a través de los géneros periodísticos, puede ser un espacio para la audiencia donde se va más allá de las etiquetas sociales de “los otros” y se plantea un plano de entendimiento sobre la desigualdad. 

En un curso masivo en línea, tuve la oportunidad de plantear estos cuestionamientos a quienes editaban medios (al menos a 415 personas con cargos editoriales o de responsabilidad), y las coincidencias en las respuestas fueron vastas: 

  • El miedo paraliza: el temor a equivocarse al abordar temas sobre una población tradicionalmente excluida contribuía a que, de manera inconsciente, continuara esta exclusión. “No les hablo por temor a no hacerlo bien”, fue una explicación común. 
  • Los estereotipos no nos dejan ver más allá: Cuando abordamos estos temas, dejamos que el estigma o el relato estereotipante responda nuestras dudas. Los estigmas sociales son cargas narrativas que pesan y que, a menos que seamos conscientes de su presencia, se cuelan en nuestros relatos.
  • El temor a las reacciones de la audiencia nos hacen verla como una masa uniforme y tradicional, más que como un grupo de espectro identitario amplio, diverso en opiniones e intereses. 
  • No existe mucho margen para cuestionar las ya existentes agendas de “lo importante”. ¿Lo importante según quiénes y para quiénes? La falta de claridad sobre los propósitos, misión informativa o aspiración discursiva de un proyecto periodístico conlleva a que se replique “lo que ya se ha hecho”, sin dedicar tiempo a pensar y espacio para publicar una agenda inclusiva. 

De seguro, en su entorno, una persona lesbiana o gay, bisexual o trans se ha encontrado con problemas relacionados al reconocimiento de su identidad y otras experiencias de rechazo social. ¿Serán los medios de su país otro espacio donde encuentre esto? Espero que no. Por eso veo necesario que, como parte de los esfuerzos para elevar la calidad del periodismo, insistamos en la formación especializada para cubrir con precisión y contexto la diversidad. Es imperante incluir, en la caja de herramientas del método periodístico, la representación y el poder narrativo que se otorga a través de las historias, y los cuestionamientos sobre la perspectiva desde la cual que se narra la sociedad.

 

Daniel Villatoro

Periodista. Coordina los cursos de la Iniciativa Latinoamericana de Periodismo sobre personas LGBTIQ+ junto a IWMF. Director en Visibles una organización LGBTIQ+ de formación y comunicacióny Revista Impronta sobre  identidad, sexualidad y cultura en Centroamérica.  Su trabajo puede ser visto en medios como Univisión, ProPublica y Radio Ambulante (Estados Unidos), Plaza Pública (Guatemala), y Poder (México).  Ha sido ganador del Premio TRACE de Periodismo de Investigación y el Premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa, en dos ocasiones. Finalista en los premios Gabriel García Márquez, Roche, la Iniciativa Idea de Innovación en Derechos Sexuales y Reproductivos, y la Fellowship de Innovación en Medios del International Center for Journalists  y The Wall Street Journal.