Las cifras sin una historia son frías. No importa si es para dar buenas o malas noticias, pero sin un motivo o qué contar no se genera un impacto. Diariamente leo números desde mi escritorio y a la mayoría de personas les parece aburrido. Al ingresar al curso de IWMF sentí que no encajaba porque no veía el contenido al que estaba acostumbrada. Pero tres puntos cambiaron mi perspectiva.
El primero de ellos fue la ponencia de Deysi Cheyne. Al comentarnos sobre la violencia económica hacia las mujeres en El Salvador, las cifras dejaron de ser frías. Dejé de ver los números solo como la cantidad de dinero que recibió el país por remesas o los homicidios que se logran registrar en un día. La violencia económica la enfrentamos a diario y hasta la hemos normalizado.
La palabra violencia dejó de estar en mi mente como una agresión física o verbal. Conocer que la delegación de quehaceres domésticos sin remuneración o salarios bajos por el simple hecho de ser mujer también es violencia económica. Hablar de ello también es importante y exponerlo es trascendental.
En estos meses vi a detalle cómo los medios exponen a las mujeres y cómo miden su “éxito”, ya que se pretende hacerlas sentir orgullosas porque lograron el “éxito” en lo laboral, pese a que son “madres”. Sin embargo, a los hombres no se les señala que son grandes líderes y padres.
Las cifras dejaron de ser frías con Ambar Alfaro. Una mujer trans que no solo me enseñó cómo referirme a la población LGTBI; también a ser empática, ya que no es justo que la expectativa de vida de ellas sea hasta los 33 años. Nos ejemplificaron cómo los medios no deben referirse a ellas. Lo practico cada vez que se me presenta la oportunidad en mi trabajo. Me hizo querer platicarles a todos por qué es importante luchar por una Ley de Identidad, que hace unos meses fue archivada por el Órgano Legislativo de El Salvador. También comprendí que un 8 de marzo no solo es para una mujer cisgenero, a ellas debemos incluirlas; porque nuestra lucha por la equidad empezó hace mucho y ahora el camino que aún falta por recorrer vamos juntas.
Finalmente, hablar de religión a nivel periodístico aún tiene tela por cortar. Soy creyente y me gusta practicar mi religión. Eso se los debo a mis papás. Nunca me obligaron a nada. Por ello, cuando inició la ponencia con María del Socorro Vivas me pareció interesante y no tuve predisposiciones. Ahora tengo una perspectiva distinta, ya que al explicarnos que en una religión hay diferentes teologías. Sé que la iglesia tiene mucho que cambiar y adaptarse cada vez más a las realidades de las personas, y me gustaría que un día se respetarán los derechos sexuales y reproductivos de las personas, y que no se señale a nadie por su orientación sexual. Y me quedo con las palabras de María: “no hay que hablar desde el castigo, si no desde la razón, y ser resistencia”.
Soy consciente que tengo las herramientas para hacer un periodismo más incluyente y mirar más perspectivas. Agradezco por ello y ahora es momento de ponerlo en práctica desde mi trinchera.