Narrar desde la disidencia, tratar de acompañar y contar las historias que atraviesan los cuerpos de las mujeres y de las comunidades LGBTIQ+ no es un asunto fácil. En un mundo construido desde la mirada heteropatriarcal y en esta región tan peligrosamente violenta, somos nosotres, les periodistas, quienes también navegamos a contracorriente. A contracorriente de esa mirada que normaliza las agresiones, la violencia, que pretende que se mantenga el status quo, que se acostumbra a que personas vivan en la marginalidad.
Para mi, la iniciativa ¡Exprésate! no solo fue un programa de enseñanza, sino también un impulso grande para romper los estereotipos, los paradigmas, para abrir los ojos y cuestionar esa mirada acostumbrada.
Recuerdo la conferencia con Marcela Turati, una periodista que admiro mucho y que ha trabajado la violencia en México, cuando habló el rol de les periodistas. «Siempre hay que mantener viva la indignación ». Y ahora no dejo de pensar en eso. ¿En qué momento como periodistas acostumbramos a nuestros ojos a ver el terror? ¿Cómo hacer para continuar nuestro trabajo ante tanto dolor? ¿Cómo no revictimizar? Todas esas preguntas me acompañaron durante el programa, y con cada invitade y conferencista, el camino parecía ser más claro y menos difuso. Cierro este curso con una reflexión importante: un periodista no puede dejar su instinto humano. Indignarnos por las violaciones a los derechos humanos siempre es el primer paso para identificar que una historia merece ser contada.
Sin embargo, también comprendí que es importante reconocer que somos una pieza más de la lucha por los derechos humanos, pero no la única. No somos ningún tipo de “ente salvador” como lo dijo alguna vez nuestra instructora Silvia Trujillo. No somos quienes “daremos voz a quienes no la tienen”, sino quienes reconocen que esas personas ya tenían voz. Que hay miles de mujeres y personas de las poblaciones LGBTIQ+ que desde hace años han luchado por sus derechos, que han puesto su cuerpo como arma de combate ante las injusticias. Y que nuestra labor, como periodistas, es visibilizar, no adueñarnos de un discurso.
Estos meses de formación me permitieron entender que no hay un manual exacto sobre cómo ser periodista, pero sí hay muchas buenas prácticas aprendidas con los años –y también con golpes fuertes- de quienes se han dedicado a esto y quienes han aprendido a mirar distinto, a salirse de los márgenes, a trabajar codo a codo con quienes luchan. Que los derechos humanos no se negocian y que después de la indignación, como decía Turati, también es necesaria la esperanza.
Esperanza de que las cosas pueden ser diferentes, esperanza en un periodismo más incluyente, esperanza en que todas las vidas importen.
Gracias IWMF por eso.