Todo comienza con un titular, una imagen que nos causa intriga o un acontecimiento insólito que alguien mencionó durante la hora del café. Lo que no sabemos es cómo esta historia llegó a ser tan importante como cautivadora, qué fue lo que hicieron para obtenerla y hacerla tan única para que llegara hasta nuestros sentidos.
Contar esta clase de historias ha sido el trabajo tradicional de quienes practican un periodismo responsable. Ya de por sí, la creación de historias impactantes es un trabajo arduo y a veces peligroso, pero satisfactorio.
Sin embargo, el periodismo actual tiene nuevas responsabilidades, preocupaciones que se han multiplicado en una sociedad cada vez más diversa y en un contexto que se ha vuelto más difícil debido a la pandemia.
Pero mi pregunta es ¿qué es ser periodista en la actualidad?
La palabra “periodista” se queda muy corta cuando pensamos en todo lo que abarca nuestra profesión en estos tiempos pandémicos; porque ya no solamente recolectamos información. También redactamos y editamos. Somos escritores, poetas, fotógrafos que relatamos la vida en forma de noticias.
Somos cuestionadores de la realidad, creadores de contenidos de la vida diaria, poetas de 140 caracteres que defendemos a caption y espada los derechos humanos; sin embargo, no nos damos cuenta de lo que las periodistas hacen solo para que nuestras audiencias hambrientas de contenido masivo puedan saciar su hambre de actualidad.
Estoy seguro de que solo profesionales de la comunicación sabemos el tiempo y dedicación que una simple publicación en Instagram requiere, y nos martirizamos por esos me gusta que no logramos conseguir y esas reacciones que nunca suceden.
Existe una satisfacción silenciosa con el solo hecho de contar las historias que no exigimos ningún tipo de reconocimiento o gratitud de la sociedad a la cual servimos.
Son indescriptibles los sacrificios que se hacen para lograr notas únicas e invaluables, las horas de insomnio y los caminos de inseguridad que recorreríamos no una, sino dos veces por esa historia que merece ser contada.
Este periodista freelance hondureño de 27 años también se pregunta: ¿es suficiente? ¿Realmente vale la pena? Sí. Absolutamente. No es solamente necesario, sino fundamental, no rendirse y seguir luchando por una mejor sociedad.
No podemos rendirnos y bajar las manos por todas esas voces que no son escuchadas; debemos ser Transgresores con T mayúscula en una sociedad que se rige por las injusticias y la falta de empatía.
¿Cómo lograr un periodismo más incluyente, más diverso, mucho más respetuoso? Para empezar, debemos humanizar a nuestras fuentes, dejar de usar el dead name, respetar a nuestras fuentes y saber cómo preguntar cuáles son los pronombres correctos y usarlos. Esas son algunas de las cosas que he aprendido en el programa Exprésate de la International Women’s Media Foundation.
Pero la mayor enseñanza de la IWMF es que no importa cómo nos llamemos, si comunicadores, community managers o periodistas, si al final somos ese enlace entre una pantalla y los receptores. Somos como ese constructor que rellena los hoyos de una pared para que se vea limpia, plena y uniforme.
No importa el país, la orientación sexual, género, religión, herencia, etnicidad, todos los periodistas venimos de distintos lugares y experiencias, pero lo único que nos une es la responsabilidad que tenemos muy adentro, adherida a nuestro ADN como una especie de virus.
Porque a pesar de lo que piensen o digan seguiremos narrando historias y seguiremos existiendo porque quienes ejercen el periodismo se hacen, no nacen. ¿O era al revés? No creo que escogimos el periodismo por simple casualidad, sino que el periodismo nos escoge y debemos cumplir con ese deber.
Y en ese sentido es que dedico este pensamiento a todos, todas y todes nuestros periodistas y comunicadores a continuar con esta hermosa labor y seguir adelante para inspirar, educar e informar.